"El asno de Atenas", Eric Maurice
Se ha llevado al extremo el dilema y se le aplica la conocida como paradoja del asno de Buridán: el equino que no conseguía decidir si primero debía comerse la avena o beberse el agua y que al final acabó muriendo de inanición y de sed.
Si en lugar de un asno se hubiese tratado de un hombre, escribió Spinoza citando esa paradoja, “tampoco sería una cuestión de libertad y de su voluntad”. Si fuese un país, podríamos añadir, sería Grecia, que debe escoger entre la austeridad y la reforma de su Estado, sometida a los deseos de la troika FMI-UE-BCE y contra la voluntad de su pueblo y de sus propios intereses.
¿Qué quiere decir el ultimátum lanzado por los ministros de Finanzas de la zona euro el 9 de febrero? Para recibir el préstamo de 130.000 millones de euros concedido el pasado octubre por los líderes europeos, el Gobierno griego debe recortar 325 millones suplementarios antes del miércoles 15 de febrero.
Tal y como lo recogía el Volkskrant esta semana, la salida de Grecia de la zona euro ya no es un tabú, puesto que los europeos se impacientan ante la lentitud de las reformas exigidas. Tras dos años sumidos en la crisis, el sistema fiscal griego sigue siendo ineficaz, y muchas de las promesas hechas antes la troika no se han cumplido. El asno de Atenas parece que no se ha decantado por empezar por la avena de las reformas.
Y aunque ha empezado a beber la poción de austeridad del resto, acepta a regañadientes tener que vaciar el cubo que le ofrecen la troika y sus acreedores. Por motivos políticos, desde luego, porque los partidos que apoyan indolentemente al primer ministro Lucas Papademos tienen la vista puesta en las próximas elecciones. Pero sobre todo porque el pueblo griego, empobrecido tras dos años de bajadas de sueldo y con el aumento de los precios, no puede hacerse cargo por sí solo de la carga que supone esta austeridad.
Para salvar a Grecia, los ministros del Eurogrupo han decidido obligar al país a que se someta a una austeridad aún mayor. Sin embargo, deberían obligarle a que aplique las reformas ya exigidas, como la de la recaudación de impuestos.
Sobre todo, deberían exigir que Atenas ponga fin a las aberraciones como las de la exención de impuestos de la Iglesia griega o al mantenimiento del presupuesto de Defensa proporcionalmente más alto de toda Europa.
Si el asno acaba muriendo, es decir, si Grecia quiebra y abandona la zona euro, ella misma será en parte la responsable. Aunque también habrá sido empujada a tener que tomar una elección imposible en tanto que equivocada.