"Per actuar amb dignitat cal tenir valentia", Sakyong Mipham
¿Ha crecido usted a la sombra del padre?
Mi padre, Chögyam Trungpa Rimpoché, fue un célebre maestro tibetano, erudito y gobernante.
Custodio de las enseñanzas más sagradas.
...Y más antiguas. Era clarividente, predijo la caída de Tíbet, lo que le permitió preparar la huida de cientos de personas. Cruzando el Himalaya tuvo la visión de crear una sociedad humana iluminada que diera paso a una red de sabiduría y bondad.
No debe de ser fácil estar a su altura.
Teníamos una potente conexión, éramos amigos muy íntimos.
¿Usted también cree en la posibilidad de una sociedad iluminada?
Si podemos confiar en nuestra propia bondad, esta iluminará nuestra vida, nuestros hogares, lugares de trabajo, hospitales, escuelas, políticos... y toda la sociedad.
Suena utópico.
Toda persona quiere ser respetada, amada y cuidada. Los conflictos y la violencia nacen cuando dos personas no se reconocen.
Personas que han sido cuidadas y amadas sólo piensan en ellas mismas.
Necesitan introspección. En ese momento aparentemente insignificante en el que sentimos nuestra propia bondad, tiene lugar un movimiento sísmico.
¿Cuál es el principio fundamental de la filosofía Shambhala?
Para actuar con dignidad hace falta valentía, vivir en el desafío, pero las personas tememos y dudamos.
¿La cobardía es producto de la duda?
Sí. Los cobardes se ocultan tras la negatividad que desparraman a su paso. Vivimos inmersos en continuos desafíos externos e internos. Nos debatimos entre la duda y la confianza.
Confianza es una palabra muy grande.
Se trata de conquistar una mente lo suficientemente relajada como para confiar en lo ilimitado de su sabiduría y compasión inherentes.
Difícil creerlo si miras a tu alrededor...
Podemos reírnos con ecuanimidad de cuánto nos esforzamos en intentar mantener nuestras prisas y riñas. En lugar de quejarnos podemos reírnos y ofrecer palabras amables. Todo lo que nos sale al paso es una oportunidad para elegir la confianza.
¿Confianza en uno mismo?
Sí, pero cuando nos parece que somos deficientes nos maltratamos, y luego maltratamos a otros del mismo modo. Si eso se prolonga en el tiempo, el estado depresivo y agresivo se convierte en la norma.
...Y vamos soltando coces.
Si confiamos en nuestra propia valía, la mente cuenta con más fortaleza, flexibilidad, inteligencia y magnanimidad respecto a sus propios sentimientos y opiniones. Debemos olvidarnos de la preocupante sensación de que somos culpables de algún tipo de error fundamental.
Sobre eso se sustenta nuestra cultura.
Apreciar dónde nos encontramos ahora mismo es un antídoto contra la depresión cuyo resultado es la alegría. Animarse y estar alegre estabiliza la confianza. Necesitamos compasión y conexión para que la sociedad sea saludable.
Como es dentro es fuera.
Exacto. El problema es que la influencia de la sociedad es omnipresente y somos incapaces de distinguir nuestros propios valores y pensamientos. Repetimos lo socialmente aceptado.
¿Hay que cuestionar?
Hay que soltar pensamientos y emociones, es decir, dejar de aferrarse. Meditar sobre ello, y luego salir a la calle con un objetivo: ser amable.
¿Qué es la amabilidad?
Es una energía que te permite sentir al otro como algo tuyo. Nadie sabe lo que va a pasar en la vida, estamos en eso juntos llenos de miedo y esperanza. Amabilidad es reconocer esa vulnerabilidad propia y ajena.
Ser valiente ante la incertidumbre.
La cobardía es como estar congelado, no dejar que fluya la energía. La valentía siempre mirará el potencial de las cosas. Hay que estar abierto a lo que ocurra en el momento, vivir en la inmediatez con fortaleza y sensibilidad.
¿Y la ternura?
Está ahí dentro, debemos conectar con ella, con el no saber, con la vulnerabilidad, con tu propia soledad. Si no lo haces, te endureces y dejas de sentir la vida. Ternura significa sentir.
Una sociedad iluminada ¿empieza en uno o en dos?
En dos, pero cada una de las personas parte de su propio valor.
Las relaciones son lo más difícil.
Pero la felicidad está justo ahí, en la conexión con los otros. El problema es que nos dedicamos a luchar contra nosotros mismos; entretenidos con quién queremos ser, no sabemos quiénes somos. Hay que apreciar en lugar de conquistar. Si la felicidad es un objetivo, no ocurre.
Esa claridad es escurridiza.
Cuando me sentía abrumado, mi padre me decía: “Simplifica. Trabaja en el momento, sencilla y adecuadamente, con mucha sinceridad. Sé quien eres profundamente. Así lo simple puede comprender lo complicado”.
...
Cada momento tiene su energía: o se nos lleva por delante o la conducimos. A veces mi padre me cogía de la mano y me decía: “Seamos”, mostrándome que si podemos sentir, entonces podemos simplemente ser.
24-IX-16, Ima Sanchís, lacontra/lavanguardia