"¡No, por Dios! (Ateísmo para principiantes)", Mauricio-José Schwarz
Mauricio-José Schwarz (2015): ¡No, por Dios! (Ateísmo para principiantes). Cazador de Ratas. El Puerto de Santa María. 279 páginas
“Ser ateo es bueno”. Así empieza ¡No, por Dios! (Ateísmo para principiantes), libro en el que Mauricio-José Schwarz, autor el blog El Retorno de los Charlatanes, resume décadas de reflexión desde que en su México natal confesó a su familia que no tenía fe. La obra es un canto a la libertad, a romper con la razón las cadenas con las que las religiones han sometido y someten a miles de millones de seres humanos, y a que los credos sobrenaturales dejen de influir en el ordenamiento social y limiten su presencia a la esfera privada, de la que nunca deberían salir.
“Vivir sin dioses es comprender que el bien debe hacerse no por miedo al castigo, no por disminuir nuestro dolor, no para pagarle a un ente omnicorrupto un soborno con el que nos permita acceder a una vida mejor, sino porque es lo correcto en esta vida singular por la memoria que dejamos en los demás, que es nuestro legado a nuestra descendencia y a nuestra especie”, escribe el periodista y divulgador científico hispanomexicano, autor de la serie de vídeo sobre religión El rey va desnudo. La singularidad de la vida es lo que hace que quienes no creemos en un Más Allá ni en dioses valoremos ésta y la dignidad humanas por encima de todo, e incluyamos en esa alta estima que tenemos a la existencia el derecho a morir dignamente. Como recuerda Mauricio -permítanme que le tutee por la amistad que nos une- y también hago yo en un texto entregado antes de leer ¡No, por Dios!, ni siquiera los creyentes quieren morir cuanto antes para encontrarse con su dios, algo que resulta incomprensible. Si la Tierra es un valle de lágrimas previo a disfrutar eternamente del Paraíso, que se acabe cuanto antes, ¿no?
El autor toca todos los grandes temas que se plantea un creyente cuando pierde la fe, si es que la ha tenido alguna vez. Porque no olvidemos que la fe no es algo innato, sino que nos la inculcan en la infancia, cuando tenemos las defensas racionales bajas. De haber nacido en otra época y región, con toda probabilidad el dios de nuestros padres no sería el mismo, sino algún otro de los miles que el ser humano ha inventado. Centrado en el cristianismo -la religión en la que se crió-, Mauricio expone, por ejemplo, las contradicciones del dios bíblico. ¿A qué viene poner “el árbol del conocimiento del bien y del mal” en el Jardín de Edén si va a prohibir a Adán y Eva que coman de él? “Si mantenemos la idea de que dios [en minúscula en el original] lo sabe todo, sabía perfectamente lo que iba a ocurrir”, apunta. Si Dios es omnipotente, las catástrofes que matan a miles y miles de personas, la enfermedades que acaban cada año millones de vidas, los niños que nacen con terribles malformaciones y discapacidades, los hombres, mujeres y niños esclavizados, y todo el mal que hay en el mundo son obra suya. ¿Dónde está la clemencia en un padre que disfruta torturando a sus hijos? ¿Dónde está la omnipotencia en un creador que destruye el mundo con un diluvio porque sus criaturas le han decepcionado?
Escrito con un lenguaje sencillo y un tono cómplice, ¡No, por Dios! habla de religión, de política, de sexo, de valores y de la obligada convivencia pacífica entre creyentes y no creyentes, algo que los primeros no siempre han tenido claro ni, en algunos casos extremos, admiten hoy en día. El libro de Mauricio me ha recordado al Por qué no soy cristiano de Bertrand Russell, que leí en la juventud y a través del cual tantos descreídos comprobamos en su momento que no estábamos solos. Por eso lo considero el regalo ideal para el joven ateo que se siente acosado en un país donde el jefe del Estado y los principales cargos públicos intentan cada dos por tres oficializar el cristianismo como credo común a todos, donde el actual Gobierno concede condecoraciones a figuras de la Virgen y se encomienda a ellas, donde los militares sacan en procesión a la divinidad, donde la religión está presente en la escuela pública como una asignatura más, donde la Iglesia católica se cree con derecho a condicionar las leyes civiles… En ese entorno -que no es el peor posible, ni mucho menos-, es más necesario que nunca luchar para que la religión quede limitada a la privacidad, sea cual sea el dios, y reivindicar la herencia cultural, social y política de la Ilustración, como hace este muy recomendable libro.
Por: Luis Alfonso Gámez · Fuente: Magonia · 7 abril, 2015, laicismo.org