"Manipulaciones de la historia de Aragón en la serie de TV Isabel", Víctor Longares
Manipulaciones de la historia de Aragón en la serie de TV Isabel
La serie Isabel, que va por su tercera temporada en Televisión Española, está siendo un auténtico éxito y ha recibido varias alabanzas por parte de muchos historiadores. Incluso la indumentaria utilizada en el rodaje, se ha expuesto en el Museo del Traje de Madrid. Sin embargo, también ha recibido no menos críticas, aunque no se han comentado tanto, con la excepción de la negativa de la Generalitat de Catalunya a permitir el rodaje en sus edificios.
Voy a centrarme en las incorrecciones históricas que se refieren a la Corona de Aragón y a Fernando II. Intencionadas o no, aunque pienso que sí, constituyen parte de un relato falso, según el cual, Castilla hubiese estado por encima de Aragón, así como lo hubiese sido Isabel sobre Fernando. En ese mítico relato, todas las acciones de los Reyes Católicos iban dirigidas a crear un estado poderoso, al que llamarían España.
El hecho de llamarse la serie Isabel y no con un título que incluya a los dos monarcas, deja claras las intenciones de darle más importancia a la figura de la reina de Castilla. Es cierto que los guionistas y el director pueden centrar la serie en quien quieran pero, estamos hablando de la televisión pública y no de un canal privado. También es cierto que, nuevamente, se le da prioridad a esta reina sobre su marido. Y así llevamos casi dos siglos.
Es una manera muy sutil de presentar la historia como un relato ideológico. Desde el primer momento, los intereses de Castilla son los prioritarios y, si chocan contra los de Aragón, estos últimos están siempre subordinados. ¿Casualidad? ¿No hubo intención real de presentar el punto de vista de Castilla? Quizás, pero se trata de una vez más en que, casualmente, Castilla se presenta por encima de Aragón.
Tanto monta
En virtud de la Concordia de Segovia (1475), la única propietaria del reino de Castilla era Isabel. Y se establece que en monedas y documentos, aparecerían los nombres de los dos y el de Fernando precedería al de Isabel, aunque el escudo de armas de Castilla estaría antes del de Aragón.
Posteriormente, Isabel otorga a Fernando un documento por el que le autoriza a ejercer el gobierno de Castilla. Fernando le otorga esos mismos poderes en Aragón, pero de manera simbólica, por lo que nunca llegó a ejercer como reina de Aragón. De esa manera, Fernando reinará de manera efectiva sobre Castilla, él solo o de común acuerdo con Isabel. Eso no sucederá, no obstante, en la Corona de Aragón, donde una mujer no podía reinar, sino solo transmitir los derechos dinásticos a sus descendientes. Tenemos pues a Fernando gobernando en Aragón en solitario y en Castilla de mutuo acuerdo con su mujer, la mayoría de las veces.
A pesar de eso, siempre se nos ha enseñado que la unión supuso que los dos eran reyes en ambos reinos, si bien, en ocasiones, se nos habla del papel principal de Isabel. Esta ficticia unión se nos ha explicado siempre con el lema “Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando”.
En primer lugar, hay que aclarar que ese lema se inventó en los primeros años del franquismo, en los años 40 del siglo XX, ya que el reinado de los Reyes Católicos se quería presentar como ejemplo de una España grande y fuerte. El lema original es “Tanto Monta”, pero no es de los Reyes Católicos, sino tan solo de Fernando, haciendo referencia a la leyenda del nudo gordiano y Alejandro Magno. Quizá no aparezca mucho el lema en la serie y no podamos deducir de las pocas veces en que lo vemos si se refiere a Isabel o a Fernando pero, estando presente en el imaginario colectivo la famosa frase, en una serie que trata sobre Isabel (no sobre la vida de los dos), el hastag que tiene para poder seguirla en Twitter es #TantoMonta. ¿Un nuevo error o una forma muy inteligente de mantener el mito?
Príncipe de Asturias, Príncipe de Girona
El heredero del trono de Castilla tenía el título de Príncipe de Asturias y el de Aragón, el de Príncipe de Girona. En la serie, se hace referencia varias veces al título de Príncipe de Asturias. Por ejemplo, cuando Fernando se niega a dárselo a Felipe el Hermoso; o cuando se dice que el hijo del rey portugués y la infanta aragonesa Isabel (aunque en la serie siempre es castellana) será el heredero de toda la Península. El título de Príncipe de Girona queda relegado y olvidado, de manera que Aragón queda subordinado nuevamente a Castilla.
Tampoco se habla de la negativa de las Cortes de Aragón a que una mujer (Isabel de Aragón, hija de los Reyes Católicos) sea Princesa de Girona. Una nueva casualidad que, sin embargo, encaja perfectamente en la urdimbre del tejido españolista.
Castellanos, aragoneses, españoles…
En alguna ocasión, especialmente en la corte de Felipe el Hermoso en Borgoña, se habla de los Reyes Católicos como “reyes españoles”, se llama a Juana “española” y se da por hecho que Castilla y Aragón forman una unidad estatal. En esa época, España era una denominación geográfica para referirse a la Península Ibérica, incluyendo Navarra y Portugal, que en tiempos de Isabel I de Castilla no estaban bajo el poder de los Reyes Católicos (Navarra fue conquistada militarmente por Fernando en 1512 y Portugal permanece independiente hasta 1640).
Resulta extraño pensar que en Flandes se refiriesen a algunos reinos de la Península Ibérica (Aragón y Castilla) como España y que, sin embargo, no se utilice nunca esa denominación geográfica con Portugal. También es raro que se utilice esta en lugar de hablar de Aragón o Castilla. Por último, es bastante curioso el que se llame varias veces “españoles” a aragoneses y castellanos indistintamente y, sin embargo, nunca se emplee ese gentilicio para hablar de los portugueses.
Sin embargo, cuando el Papa Alejandro VI se refiere a Fernando, siempre de manera despectiva, lo llama “el aragonés”, “el rey de Aragón”… Hay que decir, ya que la serie no lo hace, que Alejandro VI era Rodrigo de Borja (o Borgia), nacido en Xátiva, ciudad del reino de Valencia y, por lo tanto, de la Corona de Aragón. Por eso resulta curiosa la manera de referirse a Fernando. También usa ese tono despectivo el rey de Francia cuando se queja de las argucias “del aragonés”. ¿Por qué cuando se habla mal de Fernando es “el aragonés” y cuando se habla de él como rey de un imperio poderoso se le denomina “español”? Quizá sea fortuito, pero no lo creo así.
La conquista de Granada
Desde el siglo XIII, Castilla y Aragón se repartieron las zonas de conquista de la Península Ibérica, a través de sucesivos pactos. Desde el principio estaba claro que Granada estaba en la zona de expansión de Castilla.
Fernando, como rey de Castilla, dirige él solo la conquista de Granada y, una vez tomada, pasa a formar parte de la Corona de Castilla, ya que el rey aragonés siempre supo cuidar con gran astucia el difícil equilibrio que entre las dos coronas suponía su matrimonio con Isabel.
En el siglo XIX, dentro de la línea ideológica que pretendía identificar España con Castilla y colocar a esta por delante de Aragón, Francisco Pradilla pintó un famoso cuadro llamado “Rendición de Granada”, en el que los dos reyes (otra vez la unidad de España) están presentes en la rendición. Sin embargo, Isabel es la que toma la iniciativa en ese cuadro, siendo Fernando mera comparsa. La serie de Televisión Española recoge esa misma imagen, a pesar de que, en la realidad, Isabel no estuvo presente en la conquista de este reino. Quizá alguien pueda decir que, al estar tan presente en el imaginario colectivo ese cuadro, han preferido rodar así la imagen. No obstante, igual o más presentes tenemos los rostros de Isabel y Fernando, pero la serie nos la presenta a ella rubia y con el pelo rizado y a él con barba. Lo mismo sucede con Cristóbal Colón, que luce barba en la serie o con el Papa Alejandro VI, gordo y afeitado según las pinturas, pequeño y con barba según la serie. Podría continuar con imágenes diferentes a las difundidas de Torquemada, Cisneros, Boabdil, Felipe el Hermoso… En esos casos, no importaba tanto el imaginario colectivo. ¿Es una casualidad? Lo dudo mucho.
La rendición de Granada se cierra, para mayor gloria de Castilla (España), con el diálogo entre Boabdil y su madre (“No llores como una mujer lo que no supiste defender como hombre”). La virilidad como atributo de los buenos españoles es otro de los elementos de la mitología hispánica. Siento defraudar a quienes hayan estado en el monte de las Alpujarras conocido como Suspiro del moro y se hayan imaginado llorando a Boabdil pero, esta leyenda no tiene ninguna base histórica y parece tener el mismo origen que las otras leyendas: el revisionismo histórico españolista de los siglos XIX y XX.
Francia, Nápoles y Aragón
Los enfrentamientos con Francia por el Rosellón, parte de Catalunya ocupada por los franceses, y por el dominio de Nápoles, son una constante en los monarcas aragoneses de la Casa de Trastámara. Son problemas exclusivamente aragoneses, no castellanos. De hecho, la relación entre Francia y Castilla, antes del matrimonio de Fernando e Isabel no era mala, habiendo estado a punto de acordar el matrimonio tanto de Juana la Beltraneja como de Isabel la Católica con el monarca o heredero francés. Esta situación cambia cuando, Fernando, rey de Aragón pero también de Castilla, utiliza sus ejércitos para luchar contra Francia, con el fin de conquistar el Rosellón, Nápoles y Milán.
A pesar de tratarse de un asunto aragonés y de que Isabel no tomó parte nunca en los asuntos de Aragón, en la serie la vemos negándose a que Fernando guerree contra Francia por el Rosellón, tomando decisiones sobre la guerra de Nápoles y oponiéndose a que César Borgia (de familia valenciana y, por tanto, súbdito aragonés) reciba el ducado de Gandía (algo que solo el rey de Aragón le podía otorgar o negar).
Tenemos que tener claro que Isabel no solo no tuvo ese poder de decisión sino que es posible que pocas veces estuviese presente cuando Fernando atendiese los problemas de Aragón. Por eso, resulta estrambótico que los asuntos aragoneses los despachen los dos reyes juntos, cuando, en el caso contrario, solo es Isabel la que aparece tomando decisiones. Justo lo contrario a la realidad.
El heredero portugués, los rebeldes catalanes y la unidad de España
Miguel da Paz de Avis y Trastámara nació en 1498, en el palacio episcopal de Zaragoza, en la parte denominada “casas del obispo”. Fue nombrado Príncipe de Asturias y de Girona, títulos que se daban al heredero de Castilla y Aragón respectivamente. Era hijo de Manuel de Portugal e Isabel de Aragón.
Sin embargo, en la serie Isabel, nace en el Alcázar de Segovia (mostrado siempre en su aspecto actual para ser conocido fácilmente). Sus abuelos, los Reyes Católicos, se niegan a que sea educado en Portugal, insistiendo en que permanezca en Castilla. ¿Por qué se mantiene la centralidad de Castilla en un acontecimiento irrelevante a simple vista? Pues porque no es tan irrelevante. Si hubiese sobrevivido, hubiese sido el monarca de toda la Península Ibérica (de España, por lo tanto). En el relato ideológico que se mantiene presente a lo largo de las tres temporadas, es Castilla la artífice de esa unidad de España que la llevará a un futuro glorioso.
El empeño de la historiografía franquista por presentar a estos reyes como los garantes de Una España Grande y Libre aparece en la serie en numerosas ocasiones y no podía olvidarse, claro está, del “problema catalán”. Los Reyes Católicos sufrieron rebeliones antes y después de casarse en Castilla, en Aragón, en Nápoles, en Granada… Los motivos son tan diversos como la naturaleza de las rebeliones pero encajan perfectamente en una época en la que todos los reinos europeos estaban cambiando sus estructuras de poder y su organización interna. La serie escribe el relato que le interesa para cada una de estas rebeliones:
– Las referidas a Castilla y Portugal son revueltas de la nobleza que apoya a la legítima reina Juana, hija del rey anterior, Enrique IV. A estos rebeldes se les presenta en la serie como traidores por defender la legitimidad en el trono de Juana frente a la usurpadora Isabel, que en la realidad estaba apoyada por arribistas enemigos de Enrique IV. Los partidarios de Isabel recurrieron a la trampa de declarar que Juana era hija de Beltrán de la Cueva, por lo que la llamaron la Beltraneja. La versión del bando ganador es la que pasó a los libros de historia y la que se difundió hasta la saciedad desde el siglo XIX y especialmente durante el franquismo, junto con la supuesta impotencia del rey Enrique IV. La serie recurre a este mito para justificar el ascenso de Isabel al trono, apoyada por nobles fieles a Castilla. Mientras tanto, vemos como los partidarios de Juana son traidores, intrigantes y con intereses en el reino de Portugal.
– Las rebeliones de los musulmanes granadinos, si bien es cierto que se produjeron por motivos religiosos (la obligatoriedad de la conversión bajo la amenaza de tortura y muerte), es una simpleza presentar a los líderes de la rebelión como si fuesen dirigentes del Estado Islámico actual. Así, vemos a los castellanos (o españoles) atónitos ante los rebeldes cuando prefieren el martirio a la sumisión a Castilla. La defensa del martirio en esa época era tan frecuente en el mundo cristiano como en el musulmán e, incluso, en la Guerra Civil española del siglo XX, los clérigos defendieron ese martirio en sus sermones a requetés y soldados derechistas. Pues en la serie se trata de mostrar que el fanatismo islámico es algo secular y que la piedad cristiana también. Así, siempre que el cardenal Cisneros aboga por la tortura o la muerte de los infieles, aparece algún sacerdote afeándole la conducta.
– Cuando Fernando consigue que el Papa Sixto IV le permita introducir la Inquisición en Aragón, se producen rebeliones en todos los territorios de la Corona. La intención de Fernando es controlar, al igual que está consiguiendo en Castilla, cualquier actividad que tenga lugar en sus reinos. Aragoneses, catalanes y valencianos entienden perfectamente el intento de su rey para entrometerse en sus vidas y deciden matar al inquisidor Pedro Arbués. Este hecho aparece en la serie aisladamente y presentado como algo religioso, nunca político. En la mitología castellanista-españolista no cabe un Aragón rebelde a su rey (o a sus reyes, por seguir el hilo conductor mitológico de esta historia). Como añadido, hay que destacar que, en la serie, Isabel es quien impone su voluntad para llevar la Inquisición a Aragón.
– Mención aparte merecen las rebeliones catalanas. En dos ocasiones, aparecen campesinos catalanes rebelándose contra Fernando. Este, magnánimo, intenta negociar pero ellos, traidores, le engañan. El rey sale victorioso para gran gloria de España (curioso que en estos casos no se nombre la palabra “Aragón” en ningún momento). En el caso del atentado contra Fernando, si bien es verdad que se trataba de un trastornado, no lo es que la única oposición que este rey tenía en Barcelona era de un pequeño grupo de desarrapados (como vemos en la serie). Su padre Juan II de Aragón había sufrido la Guerra Civil Catalana. De repente, las rebeliones quedan en manos de una banda de indigentes. ¿Casualidad? ¿Recurso narrativo? ¿O tratamiento malintencionado del problema catalán del siglo XXI reescribiendo la historia del siglo XV?
Conclusión
Podría continuar analizando algunos detalles de esta serie que, lejos de constituir anécdotas sin importancia, forman parte de un discurso españolista centralista muy estudiado. Desde la llegada a España en 1700 de Felipe de Anjou (Felipe V, el primer rey Borbón), se intentó acabar con toda la simbología aragonesa y minimizar la historia de la Corona de Aragón. En el siglo XIX, con el nacimiento de los nacionalismos, el españolismo quiere identificar las glorias pasadas del decadente “imperio español” (esto merecería otro comentario), con la gloria de una Castilla mítica. Esa Castilla heroica (identificada con España) tiene su origen en la gesta de un ser fantástico llamado Pelayo y, desde el principio, es la única con la grandeza moral de desear la unidad peninsular bajo la religión católica. El mito supone que los españoles deseaban la unidad que tuvieron los godos (algo falso y mítico también).
Si esta unidad tarda en producirse es por la perfidia mora o la traición de aragoneses, catalanes, navarros y portugueses. Como detalle de marginación de la historia aragonesa respecto de Castilla, hay que recordar que Alfonso I El Batallador fue también rey de Castilla durante un tiempo, sucediendo a Alfonso VI y siendo sucedido por Alfonso VII.
La historiografía castellanista-españolista nunca ha querido meterlo en la numeración de los reyes castellanos, no queriendo aceptar que un aragonés era rey en Castilla, al igual que se ha intentado siempre colocar por delante de Fernando a Isabel I.
Dentro de esa saga mítica española, se encumbran a la categoría de héroes a mercenarios como el Cid (enemigo de Aragón y Barcelona, no lo olvidemos) y se teje un tapiz nacionalista con batallas inventadas (como la de Clavijo), donde se aparecerá el apóstol Santiago; con personajes revestidos de leyenda (Fernán González) o demonizados (Almanzor).
Tras esos ochocientos años de Reconquista (curioso término, ya que los reinos peninsulares nunca tuvieron esa idea), se produce la esperada unidad con los Reyes Católicos, gracias a la inteligencia y el tesón de la reina castellana, que logra imponerse a su marido para elevar a España sobre todas las naciones, con la creación de un Imperio donde no se ponía el Sol. Se magnifica ese reinado como el origen de todas las glorias hispanas, de la consolidación del castellano como lengua única del imperio (otro mito falso), de la misión divina de Castilla-España para llevar el Evangelio y la cultura a los salvajes americanos (un mito revestido de propaganda nacional-católica)…
Este gran relato hace aguas por todas partes si leemos fuentes históricas de rigor. Es evidente que este mito no fue escrito por bardos de la talla de Homero, sino por paniaguados de la corrupta y decadente España del siglo XIX, que reciben el encargo de igualar el sentimiento de pertenencia a una gran nación al que está surgiendo en las naciones europeas jóvenes (Italia o Alemania), el gran Imperio Británico o los recientemente creados Estados Unidos de América.
Es un gran complejo de inferioridad españolista el que lleva a querer ocultar la historia de la Corona de Aragón, por miedo a que ensombrezca las glorias del Imperio español, que se les dé demasiadas alas a los independentistas catalanes (una auténtica obsesión española) o que el recuerdo de los Fueros y el Justicia en Aragón provoque rebeliones como las sucedidas siglos atrás.
Concluyo entonces que, la serie Isabel, si bien es cierto que está dotada de grandes historiadores como asesores de los guionistas, es una pieza más de ese engranaje españolista.
Víctor Longares | Para AraInfo