"I la dignitat de les dones, quan?", Maria-Àngels Roque
Se especula como factores nuevos de democracia la exhortación a la dignidad del individuo, el rechazo de los poderes políticos autoritarios y el deseo de una sociedad abierta, no sólo en los países de las revoluciones árabes sino también en amplias zonas del
planeta. Factores potenciados por las tecnologías de la información y comunicación que consiguen manifestaciones multitudinarias no violentas y comportan grandes desafíos ciudadanos.
El nuevo ranking lo tienen los jóvenes de Tamarrod (Rebelarse), al aportar al territorio egipcio más de veinte millones de firmas contra Mursi. Y lo más espectacular, por el impacto visual, la participación de las mujeres en los países del sur y este mediterráneos y cómo estas han sido agredidas. Mujeres jóvenes y menos jóvenes, manteniéndose firmes en las plazas de la contestación, convertidas en iconos de las redes sociales. Los últimos iconos en Estambul: la mujer vestida de rojo con bolso blanco y la mujer de vestido verde y bolso negro, las dos atacadas en el parque Gesi, la primera por un policía con un spray de gas lacrimógeno y la segunda recibiendo un gran chorro de agua en el pecho, ambas sin atuendo combativo.
Hablo de la dignidad porque es el eslogan revolucionario que surgió de Túnez para propagarse por otros países, pero la dignidad es un concepto que difiere según las mentalidades. Quizás las mujeres han sido atacadas con más saña precisamente porque son mujeres y su lugar no es la plaza pública. La periodista Randa Asmawi escribía a propósito de las jóvenes egipcias activistas que desafiaban a sus sociedades conservadoras y paternalistas donde el lugar de las mujeres es un espacio privado y no el de las manifestaciones políticas. Su coraje ha permitido enviar información a todo el mundo, lo han pagado caro, alguna con la muerte y muchas con la violación masiva.
Como en el título del best seller sueco Los hombres que no amaban a las mujeres ni los islamistas ni los militares aman a las mujeres activistas. De Abdel Fatah el Sisi, el nuevo hombre fuerte de Egipto que representa la facción joven del ejército, primero ministro de Defensa de Mursi y ahora quien lo ha depuesto, dicen que es capaz de realizar discursos emotivos. Pero no fue muy emotivo cuando defendió públicamente que se hubieran practicado pruebas de virginidad forzosas a un grupo de mujeres activistas en el 2012. El militar aseguró que las pruebas se realizaron “para proteger a las chicas de violaciones y los soldados de las acusaciones de violación”. La rebelión contra Mursi no ha sido una excepción. En la primera semana de julio al menos se dieron 170 casos de acoso sexual documentados. La periodista Hania Mohib ha sido una de las primeras víctimas que ha roto el silencio en un popular programa de televisión. Acompañada de su marido consiguió el suficiente ánimo para reconstruir la pesadilla ante las cámaras. Contó como un grupo de hombres la rodeó mientras se manifestaba en la plaza Tahrir, le arrancó la ropa y la violó durante tres cuartos de hora hasta perder la conciencia. Despertó de camino al hospital: “Es un acoso organizado. Cuando describí mi asalto me di cuenta de que había varias decenas de casos idénticos”. A su juicio las agresiones persiguen un objetivo: “Asesinar la voluntad de las mujeres que desean participar en la vida política y estigmatizarlas para que se queden en casa o bajen a la calle con vergüenza y miedo. Mohib no sabe quién está detrás de las violaciones, pero no le cabe ninguna duda de que es algo sistemático: “Cuando fui atacada pensé que era porque no llevaba velo. Pero al escuchar otros casos me percaté que los ataques son aleatorios. Todas las mujeres somos blanco, hasta las que llevan niqab”. Durante la rebelión libia, Iman el Obeidi se convirtió en el rostro femenino que encarnó la lucha por la libertad porque no tuvo miedo en declarar públicamente que después de apresarla en un control de carretera procedente de Tobruk quince esbirros de Gadafi la habían violado, defecado y orinado encima. Fue una valiente pionera, ahora en Libia empiezan a denunciar los abusos cometidos en la revolución. Una de las denunciantes explicaba: “Querían insultarnos y quitarnos la dignidad. De las apresadas la chica más joven tenía 14 años y la mayor la edad de mi madre”. Estaban desnudas y las sometieron a toda clase de torturas. Ella, embarazada, fue violada y perdió el niño. En Libia a las violadas las culpan del crimen del cual han sido víctimas, las apartan de la sociedad y se las considera una deshonra para la familia. La sociedad civil intenta ayudar al cambio de mentalidad. A partir del encuentro de oenegés en Trípoli, el primer ministro libio ha propuesto una nueva ley en la que se reconoce la violación y ofrece a las víctimas ayuda y recursos.
El 11 y 12 de septiembre se celebrará en París la tercera conferencia ministerial sobre la Mujer Euromediterránea. La violencia sexista es un tema recurrente del que no están exentos los países europeos y la trata de blancas, que las convierte en esclavas sexuales, demuestra que tampoco se respeta la dignidad de las mujeres.
29-VII-13, Maria-Àngels Roque, antropóloga IEMed, lavanguardia