la “Bota de Saatse” o la imbecilitat del territori nacional (que vol dir estatal)
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26 agosto 2013
Postimees Tallin
El fragmento de 115 hectáreas de territorio ruso ubicado en el extremo sureste de la república báltica atrae a turistas por su peculiaridad. Sin embargo, su retrocesión a Estonia resulta algo inminente, lo que resulta un alivio para sus habitantes.
En una década, la “Bota de Saatse” se ha convertido en la principal atracción turística del ayuntamiento de Värska. Aunque la fecha se ha retrasado varias veces, con el acuerdo fronterizo que debe ratificarse próximamente, Moscú y Tallín pondrán fin a la única posibilidad de cruzar una parte de Rusia sin necesidad de visado.
A lo largo de la carretera Värska-Saatse se atraviesa el territorio ruso, pero la “Bota” es la parte más conocida, precisamente porque a un cierto número personas que transitaban por esa zona se les detuvo y se les trasladó al calabozo del puesto de control más próximo o a Pskov [en Rusia].
"En el borde de la carretera hay carteles rusos y a los turistas les encanta fotografiarse ante ellos, a pesar de que se trata de una infracción”, explica Andres Oimar, que trabaja como guarda fronterizo en la zona desde comienzos de los años noventa. "No hace ni un mes, un británico estaba preparándose para fotografiarse ante este panel, pero conseguimos alcanzarlo justo antes de que traspasase la línea de control” [la frontera], ilustra.
Níscalos transfronterizos
Los carteles de señalización de “prohibido aparcar” e incluso el de “prohibido parar peatones” están clavados a la entrada del territorio ruso. Únicamente esta autorizado el paso en un medio de transporte, ya sea en coche, en bicicleta o incluso a lomos de un asno.
Liide Lusti, una habitante del pueblo de Seniki [en Estonia], también fue detenida y trasladada al puesto de control de Krupa [en Rusia]. “Pasé allí 24 horas. Después me llevaron a Värska. No me hicieron pagar la multa”, aclara Lusti. “Hay muchos champiñones en la bota, pero si te cogen, te llevan al puesto de control”, explica. Cuando los níscalos en la parte estonia ya se han agotado, los locales se ven tentados de acudir a ese enclave sin autorización.
El alcalde de Värska, Raul Kuldre, también ha vivido en primera persona la peculiaridad de la bota, sin haberlo pretendido expresamente. "Cuando se acababa de poner esta frontera y la situación todavía era un poco confusa, fui corriendo, por hacer deporte, de Värska a Saatse. De hecho, pasé una noche en la trena en Krupa”, relata el alcalde.
Los primeros años después de que la demarcación de la frontera se delimitó, los guardias fronterizos rusos eran más estrictos, valora Oimar. "Hoy en día a las personas que apresan en territorio ruso las ponen a disposición de nuestros guardas fronterizos”, aclara. Aunque algunas provocaciones, por no hablar de los traficantes que se sirven de la “Bota” para pasar mercancía rusa a Estonia, pueden acabar mal.
A partir de la entrada en vigor del acuerdo fronterizo, la “Bota” será estonia. Y Estonia cederá a Rusia un número de hectáreas equivalentes (126 en total) a las que se le ceden a ella.
La “Bota” corresponde más o menos a la superficie de una granja que, en la era soviética, dependía por cuestiones que se desconocen del pueblo ruso de Gorodichtche y no de los pueblos estonios más próximos, es decir, de Sesniki o de Lutepää. El antiguo dueño de la granja la abandonó hace al menos diez años, porque tenía que pasar los puestos de control ruso y estonio cada vez que quería volver a su casa.
La ley de Murphy
En el borde de la “Bota”, se aprecian al menos tres cobertizos de madera donde los guardas fronterizos rusos suelen sentarse para observar lo que pasa. Saben de sobra que hay ciudadanos de la Unión Europea que no pueden resistir la tentación de parar el vehículo para fotografiarse en Rusia. Los guardas fronterizos y los locales también mencionan que la "ley de Murphy” se aplica en la “Bota de Saatse”: si un coche tiene que averiarse en algún sitio, será precisamente ahí.
"A menudo los coches sufren averías e incluso se producen accidentes”, explica Oimar. "En ocasiones esto responde a una razón concreta: algunos jóvenes saben que en esta carretera rusa las leyes estonias no se aplican y que ni nuestra policía ni los guardas fronterizos tiene competencia sobre ella. Los guardas rusos, por su parte, no controlan la velocidad", puntualiza.
Si el coche se para por problemas técnicos, en primer lugar, los guardas fronterizos rusos inspeccionan el vehículo. Si se trata de falta de combustible o de un problema técnico, autorizan a los guardas estonios a suministrar gasolina o a remolcar el aparato hasta Estonia.
Hay dos problemas técnicos asociados a esta “Bota”. El primero, que una línea de alta tensión la atraviesa. El segundo, el mantenimiento de la carretera. Si la línea de alta tensión se rompe, hay que pedir autorización a Rusia para repararla y esa operación se realiza ante la atenta mirada de los guardas fronterizos rusos y estonios.
Para los habitantes de Sesniki, que este territorio pase a ser parte de Estonia es un verdadero alivio. Vello Kikamägi, que atraviesa la “Bota” todos los días, asegura que eso aumentará la moral de la gente. "Hoy en día tengo que atravesar el territorio de otro país... Hace mucho tiempo que es así. Espero también que por fin se asfalte la carretera, porque ya nos hemos visto obligados a soportar esta situación durante mucho tiempo”, concluye.
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