La solución a la crisis chipriota puede considerarse como un intento de la UE para librarse de un paraíso fiscal internacional y limitar la influencia de Rusia en el Mediterráneo. Pero a largo plazo, Moscú podría sacar más partido de esta jugada, advierte un editorialista checo.
Rusia está furiosa. Cuidado, se va a enfadar. La mayoría de los depósitos extranjeros en Chipre pertenecen a empresas rusas (la cantidad total se ha estimado que oscila entre 20.000 y 30.000 millones de euros). El presidente ruso Vladimir Putin y su primer ministro Dimitri Medvedev han indicado claramente que consideraban como un gesto hostil la “confiscación” planificada de parte de los depósitos rusos.
Medvedev cree que la UE se comporta como “un elefante en una tienda de porcelana” y ha comparado su acción con las prácticas de los bolcheviques. Los rusos también han dirigido su ira contra los chipriotas, pues en su opinión habrían intentado “jugar en los dos tableros” (con Rusia y la UE), cuando presentaron la semana pasada un plan que vinculaba los capitales rusos al saneamiento de su economía.
El fracaso del emisario chipriota en Moscú demostró, al contrario que lo que esperaban los empresarios rusos con intereses en la isla, que el Kremlin prefiere una estrategia económico-política a largo plazo antes que una perspectiva a corto plazo. La oferta que Chipre presentó a Moscú incluía un paquete de propuestas que iban desde la adquisición de los bancos endeudados de la isla, hasta una participación en la explotación del gas natural por toda la isla. “Nuestros inversores analizaron esta oferta y ninguno se mostró interesado”, resumió Anton Siluanov, ministro ruso de Finanzas.
Un riesgo insensato
Pero para la mayoría de expertos en la política rusa, no hay ninguna duda de que tras “la ausencia de interés” de las empresas rusas semi-estatales, se encuentra la decisión del presidente Putin. Si bien es cierto que las pérdidas inmediatas de las empresas rusas, incluidas las relativas a las cuentas de las instituciones públicas, alcanzarán con los impuestos aplicados a los depósitos bancarios cientos de millones e incluso miles de millones, también es cierto que no será posible, ni siquiera con el apoyo oficial, mantener las posiciones estratégicas de Rusia en su “base insular”. Sobre todo porque la evolución brutal de la crisis chipriota se está produciendo en un periodo en el que el gigante del gas ruso Gazprom se enfrenta a un descenso en sus beneficios, como consecuencia del crecimiento exponencial de las exportaciones de gas de esquisto procedente de Estados Unidos. Invertir en las perforaciones situadas en zonas sísmicas y políticamente inestables (tensiones entre Turquía, Israel y el mismo Chipre) habría supuesto correr un riesgo insensato.
Como Bruselas excluyó a Rusia en la reunión sobre la gestión de la crisis, se ha reforzado la línea política rusa que pretende actuar como contrapeso a la UE en el espacio euroasiático, en detrimento de otra que siempre ha estado tentada por la posibilidad de una cooperación con la Unión. Esta evolución se ajusta a la perfección a personajes influyentes del Kremlin, como Serguéi Gláziev, consejero de Putin y secretario general adjunto de la Comunidad Económica Euroasiática (CEEA).
Reducir la influencia rusa
La UE logrará librar a su patio trasero chipriota de la influencia rusa, ejercida tanto en el sector financiero como en el ámbito de la recopilación de información sensible sobre la política de Bruselas a través de fuentes locales. Pero ese es el único beneficio que puede esperar obtener la UE. La lista de pérdidas que causará a la Unión la venganza de Moscú, enumerada tanto por los expertos rusos como por los occidentales, es muy larga. Va desde tasar en represalia las transacciones comerciales y financieras de las empresas de la UE (sobre todo alemanas), hasta la aplicación estricta de las reglas sobre la obtención de licencias, pasando por lo que constituye el instrumento privilegiado de la administración rusa: las “irrupciones” realizadas por las inspecciones de las oficinas financieras o de higiene, o incluso de los bomberos, etc.
Queda por determinar si Rusia aceptará en su propio territorio unas leyes que faciliten las operaciones financieras. En ese caso, el Estado ruso podría salir reforzado, ya que las inquietudes de sus empresarios enfrentados a la política “confiscatoria” imprevisible de la UE sirven a sus intereses.
Resulta aún más probable que Moscú quiera intensificar sus esfuerzos para intentar imponer el rublo y el yuan chino como monedas de reserva. El hecho de que la gestión de la crisis chipriota amenaza también a los intereses chinos e indios puede ayudarle. Sin duda, la UE "está tirando piedras sobre su propio tejado", con su arma de la “nacionalización”. También ha perjudicado a su reputación. Ha alimentado la inquietud que suscita la imprevisibilidad de la UE y ha reforzado a las potencias deseosas de construir “centros alternativos” de influencia mundial.