Existe una simetría nítida en las cifras que contribuyeron a que la cumbre europea fuera un fracaso. El presupuesto que se presentó era 50.000 millones de euros superior a lo que el Gobierno de Reino Unido podía aceptar. Esta es la cantidad de dinero que reciben los agricultores europeos cada año. El polémico descuento del presupuesto de Gran Bretaña asciende a 3.600 millones de euros al año, mucho menos que nuestra contribución a los subsidios agrícolas de Europa.
Invadiendo el corazón de la cumbre de la semana pasada, envenenando todas las negociaciones, se encontraba un gran trozo de grasa de cerdo llamado Política Agrícola Común. Las conversaciones fracasaron en parte porque el presidente del Consejo Europeo, presionado por François Hollande, propuso aumentar ese gran goterón en 8.000 millones de euros más en seis años. No suelo estar de acuerdo con ellos, pero en este caso, el Gobierno británico y el holandés tenían razón al negarse.
Nunca nos dejará de asombrar el hecho de que la gente de Europa tolere este atraco a mano armada. Los subsidios agrícolas son el equivalente al impuesto feudal en el siglo XXI: los impuestos que los vasallos medievales estaban obligados a pagar a sus señores por el privilegio de ser sometidos. El régimen de pago único, que representa la mayoría del dinero, es un premio que se recibe por poseer terrenos. Cuanto más terreno posea una persona, más recibe.
Es una coincidencia asombrosa que los mayores terratenientes se encuentren entre las personas más ricas de Europa. Cada contribuyente en la UE, incluidos los más pobres, pagan subsidios a los señores de la tierra: no una vez, como se hizo durante los rescate bancarios, sino de forma permanente. Cada hogar de Reino Unido paga una media de 245 libras al año para que los millonarios puedan mantener el estilo de vida al que están acostumbrados.
Abarrotar las colinas con animales
No se ha ideado una forma más retrógrada de sistema tributario en este continente desde que se derrocaron las antiguas autocracias. Qué más da que los agricultores franceses tiren estiércol a la calle: deberíamos estar tirando nosotros estiércol a los agricultores franceses.
Pero sería injusto detenerse aquí. Hay muchas personas en Reino Unido que se merecen el mismo tratamiento. El año pasado, el comité de medio ambiente, alimentación y asuntos rurales de la Cámara de los Comunes, en un informe extrañamente desequilibrado, mantenía que el sistema de subsidios agrícolas no va lo suficientemente lejos. Por ello desea complementar los pagos por poseer tierras con el restablecimiento de los pagos por cabeza de ganado, es decir, dinero por cada animal que los agricultores apiñen en sus campos.
Con este disparate se supera a los franceses. Existían motivos excelentes para dejar de aplicar los pagos por cabeza de ganado en 2003. Constituían un incentivo para abarrotar las colinas con el máximo de animales posible (en su mayoría ovejas), independientemente del impacto en el entorno natural y en el bienestar de la oveja. El exceso de ovejas desbordó el mercado, con lo que los agricultores a los que se pretendía proteger con los pagos acabaron en la bancarrota. La propuesta del comité responde a un principio europeo estúpido que viene de hace mucho tiempo: cuanto menos idónea sea una región para la explotación agrícola, más dinero se gasta para garantizar que la agricultura se mantiene en dicha zona. Este es el fundamento de esos subsidios extra que se pagan a las áreas menos favorecidas.
Este concepto se justifica con una afirmación infundada: esa actividad agrícola, sobre todo en las tierras altas, es necesaria para proteger el medio ambiente. La Comisión Europea sostiene que la agricultura es fundamental "para combatir la pérdida de biodiversidad" y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Estas afirmaciones rara vez van acompañadas de algo que se parezca a una referencia científica. Reflejan una visión bíblica de la administración humana. Sería estupendo creer que los agricultores, los propietarios de tierras con los que es más fácil simpatizar, sólo aportan cosas positivas, pero es una ilusión.
¿Son necesarios los subsidios?
En las últimas décadas, se ha registrado un descenso catastrófico en la flora y la fauna agrícola, como consecuencia del pastoreo, las canalizaciones, los residuos de los productos para desinfectar a las ovejas que contaminan los arroyos y la destrucción de hábitats por parte de los agricultores. El espeluznante informe de la semana pasada sobre el estado de las aves en Reino Unido demuestra que se han perdido el 20% de todas las aves desde 1966 y que en las tierras de labranza el porcentaje supera el 50%.
El sistema de subsidios no sólo fomenta esta destrucción, sino que la demanda. Existe un norma europea que insiste en que para recibir el pago principal, los agricultores deben evitar "la invasión de vegetación no deseada en el terreno agrícola". Es decir, deben evitar que crezcan árboles y arbustos. No tienen que cultivar nada ni mantener animales en la tierra para obtener el dinero, sino que tienen que mantenerla segada. Por toda Europa se están destruyendo hábitats de flora y fauna esenciales, a menudo en tierras que no tienen ningún valor agrícola, simplemente con el fin de ampliar la tierra que es apta para recibir subsidios.
La Comisión Europea sostiene que los subsidios son necesarios para ayudar a los agricultores a "contribuir a la creciente demanda de alimentos, que se espera… que aumente hasta un 70% en 2050". Pero si la demanda de alimentos mundial se espera que crezca un 70%, ¿para qué necesitamos entonces los subsidios? No hace mucho tiempo, los pagos agrícolas se justificaban porque la demanda mundial era baja. Ahora se justifican diciendo que la demanda mundial es alta. Lo primero es aplicar la política, las justificaciones ya vendrán después.
Europa está en crisis. Y está en crisis porque se ha acabado el dinero. Se están recortando los servicios públicos esenciales (a veces de forma injusta e innecesaria), pero al mismo tiempo se están pagando 50.000 millones de euros al año a los propietarios de tierras. Rara vez en el ámbito de los conflictos humanos tantas personas han dado tanto a unas pocas.