energiewende, la reconversió energètica alemanya
Puede que Alemania se esté equivocando en su política europea, pero en casa está aprovechando el tiempo: en plena crisis su reconversión energética apunta al futuro. Hoy casi el 80% de la energía consumida procede de fuentes fósiles y nucleares. Las renovables, eólica, hidráulica, biomasa y solar, que hoy generan el 20% de la electricidad (España el 9,3%), responderán del 35% en 2020 y del 80% en 2050. El Energiewende, la reconversión energética, es la gran estrategia de futuro de Alemania en la actual crisis. Una estrategia respaldada por inversiones millonarias.
“Ningún otro país industrializado está saltando a tal ritmo hacia la era de las renovables”, señala la propaganda de las compañías energéticas alemanas. La realización exitosa de este cambio es algo más que una cuestión de imagen: está estrechamente relacionada con la competitividad de la fábrica Alemania.
Gran apuesta eólica
La clave del cambio es la energía eólica. Hoy genera el 8% de la electricidad, tras haber casi triplicado su peso en diez años. Para 2030 duplicará lo que hoy producen las nueve centrales nucleares aun operativas, la última de las cuales habrá cerrado en 2022. Al día de hoy, hay 29 parques eólicos marinos aprobados, 26 en el Mar del Norte y tres en el Báltico, con otros cien proyectos esperando aprobación, pero la gran demanda se concentra en el sur, lo que impone una gran obra de transporte en dirección Norte-Sur.
En los próximos diez años se van a construir 3.800 kilómetros de nuevas redes de muy alta tensión, informaron a finales de mayo las compañías responsables, un oligopolio de cuatro empresas. Otros 5.400 kilómetros de línea ya existente deberán ser “optimizados” con nuevos cables capaces de soportar un mayor tráfico de electricidad.
Las nuevas “autopistas energéticas” supondrán un enorme destrozo del territorio, incluso si algunas de ellas intentarán aprovechar trazados ya existentes o seguir el de líneas de ferrocarril. Tanto las nuevas como las “optimizadas” crearán a su paso grandes campos magnéticos, cuyas inciertas repercusiones en la salud no entusiasman a los vecinos próximos a las instalaciones.
Horizonte de protestas y negociación
Las protestas ya son una realidad. En por lo menos dos regiones, Hesse y Baja Sajonia, las asociaciones ciudadanas exigen cables enterrados, lo que las compañías rechazan por encarecer la operación. Las compañías son conscientes de que esta gran obra ya no puede hacerse ignorando a la opinión pública, como sucedió con la construcción de las centrales nucleares y desencadenó el mayor movimiento de protesta civil de la Alemania de posguerra.
“Vamos a dirigirnos a la sociedad para que se reconozca que la construcción de nuevas redes y la reconversión energética son aspectos inseparables”, dice Martin Fuchs, ejecutivo de la empresa Tennet, una de las implicadas.
Los trazados aproximados de las líneas se aprobarán en el Bundestag antes de fin de año, y a partir de 2013 los ayuntamientos afectados tomarán conocimiento de las rutas exactas. El presupuesto de las nuevas redes y autopistas energéticas es de 20.000 millones de euros. Las compañías advierten que las líneas representan sólo entre el 5% y el 10% del coste de la reconversión energética en su totalidad, lo que arroja una cifra de entre 200.000 y 400.000 millones de euros.
Paisajes eólicos
Los molinos de viento son un recurso incomparablemente mejor, más limpio, más seguro y sostenible, pero no exento de problemas. Un congreso sobre medio ambiente marino realizado en Hamburgo a finales de mayo, evidenció muchas preguntas sobre las repercusiones que las nuevos parques eólicos marinos tendrán sobre los organismos y los grandes mamíferos marinos, pero antes de que esas preguntas sean respondidas o aclaradas científicamente los parques se autorizarán y se construirán, pues, como ocurrió con lo nuclear a una escala de riesgos completamente diferente, la velocidad del negocio excede a la del conocimiento sobre sus consecuencias e implicaciones.
El paisaje de algunas regiones alemanas ya esta hoy trufado de molinos de viento que destrozan su horizonte. Se estima que en Brandeburgo y Hesse hasta el 2% de la superficie forestal se verá ocupada por molinos de viento. Cada uno de ellos exige un importante desbroce: trazar un camino lo suficientemente ancho como para dar paso a un camión de gran tonelaje, así como zonas de reparación de hasta 10.000 metros cuadrados. El bosque maltratado, en un país cuya gente respeta y valora los bosques en una medida sin parangón con la ibérica, va a ser, junto con el trazado de las nuevas autopistas energéticas, objeto de gran polémica en los próximos años.
Inútil resistencia del lobby nuclear
La renuncia a la energía nuclear, con la última central fuera de servicio en 2022, es irreversible. El accidente de Fukushima y cuarenta años de movimiento ciudadano antinuclear la hicieron políticamente inevitable. El lobby nuclear aun se resiente, como se desprende de las crónicas quejas sobre costes, posibilidades de no cumplir los plazos o de tener que importar energía nuclear del extranjero, que aparecen en los medios de comunicación en cuyas empresas las compañías eléctricas tienen una enorme influencia. Pero la canciller Angela Merkel, consciente de la sensibilidad electoral del tema, no ha cedido un paso y cultiva una imagen de decisión: “el cambio energético es factible”, ha dicho en su última declaración.
Los poderosos consorcios eléctricos e industriales alemanes, algunos de ellos los mismos que en el pasado animaron lo nuclear, hace tiempo que están implicados en las renovables y su negocio. Para 2030 se prevé disponer de una potencia eólica instalada de 25.000 megavatios en los parques eólicos del Mar del Norte y el Báltico. Esa potencia duplica lo que hoy producen las nueve centrales nucleares aun operativas que pasarán a mejor vida en 2022.
8-VII-12, R. Poch, lavanguardia