Los tres pequeños Estados exsoviéticos, durante mucho tiempo unidos por un destino común y a menudo confundidos entre sí, ya no comparten los mismos intereses, en especial en cuestiones energéticas. Y hoy es Escandinavia quien garantiza su unidad.
Hace 25 años, la toma de conciencia de su destino común y el deseo de liberarse del yugo soviético unían a los tres Estados bálticos. El vínculo emocional era tan fuerte que pudo mantenerse durante un decenio, aunque comenzaron a sentirse las diferencias entre Lituania, Letonia y Estonia en el camino hacia la independencia.
El pragmatismo estonio, el romanticismo heroico lituano y la "confusión letona" constituían desde el principio el mayor peligro para la unidad báltica, tanto desde el punto de vista político como geopolítico.
Durante el periodo de lucha por la independencia, Rahvarinne (Frente Popular de Estonia) y Sąjūdis (Movimiento Reformador de Lituania), dos organizaciones nacionalistas, afirmaron que el puente de la libertad entre Tallin [capital de Estonia] y Vilna [capital de Lituania] únicamente sería sólido si se apoyaba sobre los pilares de Riga [capital de la Letonia].
Letonia, el eslabón débil
Esta metáfora poética, que reflejaba a la perfección el ambiente de entonces, abordaba un punto fundamental: Letonia, sin fuerza tras la era soviética y con el mayor número de extranjeros, es el eslabón débil de la cadena de los Estados bálticos.
Un diplomático que vivió bastantes años en Letonia señala una realidad: “La capital rusa sostiene el sector económico más importante de Letonia: los puertos. Tras recuperar la independencia, los letones hicieron que los rusófonos salieran del ámbito político y del poder ejecutivo, ya que pensaban que dirigirían el país con mayor fiabilidad. Entonces nadie pensaba que en un Estado democrático la capital es lo que marca el tono en política. Pero en Letonia, la capital está en manos de los rusos”.
Tal y como demostró el reciente referéndum sobre la legalización del ruso como segunda lengua oficial, el problema “ruso” en Letonia no ha desaparecido, sino que más bien se ha intensificado. Si bien los letones han ganado el referéndum, los 250.000 rusófonos siguen siendo una fuerza política imposible de ignorar que, al no estar integrada en la sociedad, sigue considerando a Moscú el centro de su identidad política. Se trata de una fuerza que sitúa una espada de Damocles sobre la cabeza de Letonia, pero también sobre todos los Estados bálticos.
Este factor se nota especialmente en la puesta en marcha de proyectos energéticos comunes.
En Letonia, donde los mismos letones reconocen que el verdadero poder se encuentra en manos de algunos oligarcas vinculados a Rusia, los políticos expresan sin tapujos sus dudas sobre la construcción de la central nuclear de Visaginas [en Lituania, un proyecto en el que participan los tres Estados].
El dinero escandinavo, el vínculo entre los Estados bálticos
Parece que Riga intenta plantear el siguiente ultimátum: “O la terminal de gas regional se sitúa en nuestro país, o no participamos en el proyecto nuclear de Visaginas”. Pero si la terminal de gas se encuentra en Riga, Gazprom ya no tendrá que preocuparse por la separación entre las redes y la distribución del gas. [Letonia no ha adoptado esta separación, prevista por el reglamento europeo, para beneficiarse de las tarifas ventajosas de Gazprom].
A pesar de estas divergencias, los proyectos energéticos constituyen el único vínculo físico entre los Estados bálticos. Hace ya dos años que funciona el mercado común báltico de la electricidad. Y las líneas eléctricas que se están instalando pronto conectarán a los tres países con los países escandinavos.
Porque el dinero de los bancos y las inversiones de Escandinavia es un vínculo aún más fuerte entre estos países. Los bancos suecos, finlandeses y noruegos han prestado 150.000 millones de litas [43.440 millones de euros] a los países bálticos. En todos los Estados bálticos funcionan los mismos bancos y una red de gasolineras escandinava.
Además, los países bálticos fomentan abiertamente la cooperación militar entre los países bálticos. Se podría afirmar que los escandinavos han arrebatado a los estadounidenses, que antes contaban con una asamblea para la asociación con los bálticos, la función de unificadores entre Lituania, Letonia y Estonia. Junto a la OTAN y a la Unión Europea.