>> 14 pel·lícules i documentals sobre el conflicte entre Rússia i Ucraïna <<

13 marzo, 2022, EOM, por Matías Rebolledo

Películas sobre el Donbás y las protestas del Maidán, historias de refugiados y reporteros, cintas propagandísticas de los dos lados… Y hasta un filme futurista que lo anticipó todo: grabado en 2019, trata las consecuencias de una guerra entre Rusia y Ucrania cuando esta aún no había empezado.

Salida de los obreros de la fábrica Lumière, la primera película de la que tenemos registro, apenas dura 46 segundos, pero es útil para entender el contexto industrial de la Francia de 1895, uno en el que la mujer ya estaba incorporada al mundo laboral y el fordismo era el modelo estándar en las factorías. El cine siempre nos ha ayudado a acercarnos a los procesos históricos. Por eso cuando los cineastas rusos más importantes, salvo el oficialista Andréi Konchalovski, publicaron un manifiesto el pasado 28 de febrero rechazando la invasión a Ucrania, muchos se giraron hacia el cine para intentar entender cómo se había llegado hasta aquí.

Serguéi Loznitsa, el director que siempre estuvo

La mejor aliada para comprender esta guerra es la filmografía del ucraniano Serguéi Loznitsa. Y en parte es gracias a su propia biografía: nacido en la Bielorrusia soviética, creció en Kiev y se graduó como matemático en Moscú, ciudad que abandonaría a finales de siglo, justo cuando Vladímir Putin llegaba al poder, para dedicarse al cine. Loznitsa, un paria tanto para los nacionalistas rusos como los ucranianos, ha sabido colocar su cámara del lado de la verdad. Así lo hizo en su obra maestra, Donbass (2018), una sátira sobre ambos lados del conflicto: la de unos ciudadanos rusos de la región, pudientes y estrafalarios, y la de unos ultras ucranianos que se dejan arrastrar por la pompa paramilitar. Desde la comedia negra, Loznitsa hiela al espectador entre reacciones desorbitadas, noticias falsas y encuentros ridículos.

Aquel filme, aplaudido en el Festival de Cannes, era la respuesta irónica del director a las tensiones en la región separatista del este de Ucrania y una secuela espiritual de su Maidan (2014). Sin renunciar a la profundidad dramática, en esta película documental el realizador ucraniano dotaba de contexto histórico y rostros a las protestas del Euromaidán de 2014 en Ucrania. Después Loznitsa ha seguido aportando contexto al conflicto con películas como Babi Yar (2021), que resume medio siglo de historia ucraniana partiendo de la barbarie nazi que acabó con 30.000 judíos en 1941. Precisamente ahora el monumento en recuerdo a las víctimas de aquella masacre ha sido destruido por los bombardeos durante la invasión rusa.

Propaganda, en un sentido y en otro

El documental Winter On Fire (2015) de Netflix, también sobre el Euromaidán, es uno de los trabajos más populares sobre la realidad en Ucrania. Es incluso la única película que sin ser de 2022 está ahora en el top 100 del ránking de IMDB. Sin embargo, está producida en Estados Unidos, hace una síntesis de brocha gorda y apenas aporta testimonios del bando prorruso. De hecho, ridiculiza sus demandas en favor de las de la ultraderecha ucraniana.

Un documental más recomendable es Inner Wars (2020). Este arriesgado proyecto sigue a las mujeres que se alistaron en el Ejército ucraniano tras el comienzo de las hostilidades en el Donbás en 2014. Aunque pocas llegaron al frente —entre un 15 y un 20% antes de la invasión rusa—, la directora ucraniana Masha Kondakova consiguió hablar con muchas y sufrió las consecuencias: el final de la película narra su propia huida, atrapada entre la verdad que cuenta y el aparato propagandístico de quienes creía sus protectores.

En cambio, es difícil encontrar películas dignas de mención producidas en Rusia, donde la industria está influida por el Gobierno y la ficción televisiva se suele trabajar más que el documental. El ejemplo más relevante es Bitva za Ukrainu (2014). Dirigida por Konchalovski, cineasta favorable al Kremlin, apenas alcanzó distribución internacional por su controvertida conclusión: Ucrania es un Estado inventado que Estados Unidos y las potencias aliadas plantaron allí durante la Guerra Fría.

Refugiados, periodistas y personal humanitario: otros prismas para la misma guerra

El conflicto entre Rusia y Ucrania también se ha narrado desde la perspectiva de los países bálticos, que comparten con Ucrania la experiencia postsoviética y el temor al Kremlin. Desde la ficción, y con la anexión rusa de Crimea en 2014 como fondo, el lituano Sharunas Bartas sigue en Frost (2017) a una pareja en misión humanitaria. La odisea muestra a varias de las capas involucradas: los periodistas que solo buscan agradar a su corresponsalía, los altos cargos militares ajenos al barro y los balazos o los supervivientes desesperados, propios del horror de la guerra.

Además, hay otros títulos interesantes por su pulsión dramática o porque aportan contexto sobre la historia de la región. Putin Forever? (2016), sobre el presidente ruso y su perpetuación en el poder; o Mr. Jones (2019), sobre la hambruna ucraniana de los años treinta y la opacidad periodística desde los tiempos soviéticos. También destacan Oleg: The Oleg Vidov Story (2017), centrada en la persecución política al actor soviético Oleg Vidov, o The Earth is Blue as an Orange (2020), sobre el tránsito de refugiados en la zona.

Atlantis (2019), del ucraniano Valentín Vasianovich, aborda el tema aún más en profundidad. Ambientada en 2025, un año después de un futurible fin del conflicto, se sirve de resortes vistos en películas sobre Vietnam o Corea para hablar del estrés postraumático de los soldados y la población, y de paso denunciar un futuro que entonces se creía imposible: el de la guerra entre Rusia y Ucrania. El propio Vasianovich acaba de estrenar Vidblysk (2021), sobre el secuestro e interrogatorio de las tropas rusas a un médico militar ucraniano. Por último, cabe recordar Masacre (Ven y mira) (1985), el relato de un niño metido a soldado que huye de los nazis en la Bielorrusia soviética. Es uno de los alegatos antibelicistas más conmovedores del cine y, en una ironía de la historia, dirigido por un director ruso, Elem Klímov.

Matías Rebolledo, @Reborivera

Santiago de Chile, 1995. Entre unos porotos con rienda y un arroz con costra. Graduado en Periodismo y Relaciones Internacionales. Crítico de cine y redactor de cultura para La Razón. Antes en El Mundo, ABC y la Agencia EFE. Me interesa el arte, el entretenimiento y todo lo que alguien ose a no tomarse en serio. Poder blando es poder de cambio.