Saragossa, 2004?

-transversalitat like transnacionalitat, exemple ‘partit dels respectadors dels pasos zebra’

-(de)mostració del nivell de partitocràcia: perversió de la democràcia (igual que el monopoli ho és de la competència, i s’han d’estructurar òrgans de vigilancia)

-els partits han de ser eina, no obstacle, de la democràcia. Els primers en planyer-s’en haurien de ser, i són en (força?) casos, els ‘polítics’

 

 

Saludos y agradecimientos.

Breve intro leída para situar el marco de la propuesta de debate de hoy:

-intro paradigmática, que espero sugerente

-flashes ejemplarizantes/ilustrativos (contra la evidencia)

 

 

Excúsenme la petulancia de empezar pretendiendo explicar qué es la democracia. La democracia es el corolario político de la revolución que, en la cultura-civilización europea, funda la sociedad (de socio) moderna: la aparición, la invención de hecho, del INDIVIDUO. Revolución que, siguiendo la historiografía clásica, se inicia con la interpretación renacentista del legado grecorromano.

 

Interpretación ésta mediatizada, y a menudo coartada, por el dominante cristianismo, en mayor o menor grado según sus variantes locales.

 

La aparición del individuo representa la universalización de la soberanía, detentada hasta el momento por la monarquía, en los aspectos terrenales, y las iglesias, en los divinos.

 

Este traspaso de soberanía crea la libertad individual, cuyo corolario, como decíamos, es la sociedad, la asociación de socios que se asocian de forma libre y voluntaria. Al menos, ése es el nuevo paradigma, hoy dominante.

 

La progresiva, y a veces regresiva, evolución de la comunidad de súbditos a la sociedad de ciudadanos tirará adelante según dos modelos: el sistema anglosajón de garantías y el estatal.

 

El primero va avanzando de forma sólida, de abajo arriba, incluso en momentos de aparente regresión como el interregno de Cromwell, y conoce un punto básico de inflexión con el separatismo de las colonias norteamericanas, tan magistralmente descrito por Tocqueville. Reléanle!

 

El segundo tiene su parto a sangre y fuego en 1789 en París. El neonato es una totalmente inédita y sin precedentes organización social: el Estado, fundado exclusivamente sobre el segundo término de su slogan de promoción: libertad, igualdad y fraternidad. Esa propuesta de igualitarismo ciudadano individualista creará, en una aparente paradoja, el también absolutamente inédito y novedoso fenómeno comunitarista del nacionalismo al chocar, y fusionarse, con la reacción alemana a su expansión.

 

Pero la democracia, tópica pero eficazmente definida por Montesquieu en el fundamento de la separación e independencia de los tres poderes, no anidará especialmente en el modelo político Estado: repasad por favor la historia del Estado llamado Francia. Repasad la historia de los Estados que en la historia han sido. Y los que hoy en día son: la gran mayoría son corruptas dictaduras militares, cuando no narcoEstados o delirios doctrinales que hubieran asombrado al mismo Orwell.

 

El modelo Estado se fundamenta en dos imposiciones a toda la población: la educación académica y la militarización obligatorias, y llegó a su culmen (o al menos eso espero) con la Unión Soviética staliniana.

 

En el otro modelo político, el anglosajón. la democracia nace y vive, se desarrolla y crece, sobre la base de los derechos personales y las libertades individuales, mientras que el modelo surgido de la Revolución francesa tiene como eje la ‘razón de Estado’ y los ‘intereses nacionales’.

 

 

Corto estas consideraciones contextuales, e intento centrarme en el aquí y ahora.

 

Partiendo de que la democracia no se instaura, ni en Iraq ni en España, sino que es una cultura civil, cívica y ciudadana, que se desarrolla permanentemente perfectible, una formas de relacionarse entre i8ndividuos más que unas elecciones periódicas (que todas las dictaduras incorporan), en España no tenemos ni los siglos de ejercicio cívico de los británicos ni la tradición republicanista francesa. Apenas un tercio de siglo de experiencia de las virtudes ya bastante caducas de una transición que se autolimitó en algunos campos necesarios para el cultivo de las virtudes ciudadanas que son la base de la cultura democrática.

 

Señoras, señores, la democracia no es ejercer el voto en periódicas elecciones, sino respetar los pasos cebra.

 

Y el nivel de respeto de los pasos cebra les indicará el nivel de cultura democrática de cada país.

 

La democracia española es, pues, adolescente, sino aún infantil. Y no sólo no tiene profundidad histórica, sino que tampoco tiene muy buena salud. Porque la cultura democrática, cívica, ciudadana, civil, también tiene enfermedades, y me permitiré acabar este exceso de petulancia intentando explicar síntomas y causas de una de las más graves, o quizás la más grave, que nos afecta aquí y ahora: la partitocracia.

 

En esta enfermedad, los partidos, en lugar de ser vehículo de expresión ciudadana, tienden a degenerar en parásitos que la suplantan. Prueben ustedes a intentar ejercer su libre ciudadanía individual en este país!

 

La partitocracia es una patología bastante endémica en las democracias latinas, católicas, como Italia o España, que impide precisamente las necesarias separación e independencia de los poderes públicos. En abierto contraste con, por ejemplo, los EE.UU. de Norteamérica o el Reino Unido.

 

En efecto. Lo más grave del mal partitocrático es que los partidos se apropian del ejecutivo, distanciándolo de la ciudadanía, y someten el resto de poderes a éste de la siguiente manera:

 

-en el legislativo, se anula al diputado, sustituyéndole por el grupo parlamentario, mero portavoz de una dirección partidaria que en todos los casos reproduce el modelo leninista. Comparen sino las respectivas votaciones sobre la guerra en Iraq en el Congreso español, con su monolítica y acrítica ‘disciplina de voto’, y la de la Cámara de los Comunes británica, donde el Gobierno salvó su política gracias al apoyo de diputados de los partidos de la oposición, con buena parte de los teóricamente propios en contra.

 

-en el judicial, se da el fenómeno de la lotización, de reparto en lotes, lotes proporcionales al peso electoral de cada partido. Así, desde el mismísimo Consejo General del Poder Judicial, cada uno de sus miembros no es nombrado por sus méritos jurídicos sino por su concordancia política con el partido que le propone.

 

Pero la lotización no se circunscribe al judicial, sino que se aplica también a otro poder, totalmente estratégico en la sociedad moderna: los medios de comunicación. No sólo pasa lo mismo en el Consejo Consultivo del Audiovisual que en el CGPJ, sino que, en la práctica, los partidos se reparten las cadenas públicas de TV y radio, atentando a la imprescindible, para la salud de la democracia representativa, independencia de los medios de comunicación). Recuerden ustedes los curiosos cambios de enfoque que estos medios sufren cada vez que hay un cambio de gobierno, sea éste estatal, autonómico o municipal, y déjenme sólo mencionar aquí el caso, no por tópico menos real, de la independencia de la BBC británica.

 

Querría acabar esta pretendida motivación al debate más políticamente incorrecto que se les ocurra, mencionando que ésta y otras enfermedades de la cultura democrática, único marco sociológico donde pueden florecer los derechos, el Derecho y las libertades, sólo tienen un remedio, una terapia: el ejercicio pleno, profundo e intransigente de la ciudadanía, de las libertades individuales, de los derechos civiles.

 

Sólo el civismo de ‘los que respetan los pasos cebra’ hará crecer sana y fuerte nuestra democracia. Y este partido, el de ‘los que respetan los pasos cebra’, es transversal: tiene miembros en todos los partidos y en todos los sectores sociales, religiones, opciones sexuales y orígenes lingüísticos y culturales.

 

Sirva este foro para hacerlo crecer.

Gracias por su paciencia.

 

 

Foro Humanístico (asoc.cultural), 2-oct-… 2004?

 

 

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Partiendo de que la democracia no se instaura, ni en Iraq ni en España, sino que es una cultura civil, cívica y ciudadana, que se desarrolla permanentemente perfectible, una formas de relacionarse entre i8ndividuos más que unas elecciones periódicas (que todas las dictaduras incorporan), en España no tenemos ni los siglos de ejercicio cívico de los británicos ni la tradición republicanista francesa. Apenas un tercio de siglo de experiencia de las virtudes ya bastante caducas de una transición que se autolimitó en algunos campos necesarios para el cultivo de las virtudes ciudadanas que son la base de la cultura democrática.

 

Señoras, señores, la democracia no es ejercer el voto en periódicas elecciones, sino respetar los pasos cebra.

 

Y el nivel de respeto de los pasos cebra les indicará el nivel de cultura democrática de cada país.

 

La democracia española es, pues, adolescente, sino aún infantil. Y no sólo no tiene profundidad histórica, sino que tampoco tiene muy buena salud. Porque la cultura democrática, cívica, ciudadana, civil, también tiene enfermedades, y me permitiré acabar este exceso de petulancia intentando explicar síntomas y causas de una de las más graves, o quizás la más grave, que nos afecta aquí y ahora: la partitocracia.

 

En esta enfermedad, los partidos, en lugar de ser vehículo de expresión ciudadana, tienden a degenerar en parásitos que la suplantan. Prueben ustedes a intentar ejercer su libre ciudadanía individual en este país!

 

La partitocracia es una patología bastante endémica en las democracias latinas, católicas, como Italia o España, que impide precisamente las necesarias separación e independencia de los poderes públicos. En abierto contraste con, por ejemplo, los EE.UU. de Norteamérica o el Reino Unido.

 

En efecto. Lo más grave del mal partitocrático es que los partidos se apropian del ejecutivo, distanciándolo de la ciudadanía, y someten el resto de poderes a éste de la siguiente manera:

 

-en el legislativo, se anula al diputado, sustituyéndole por el grupo parlamentario, mero portavoz de una dirección partidaria que en todos los casos reproduce el modelo leninista. Comparen sino las respectivas votaciones sobre la guerra en Iraq en el Congreso español, con su monolítica y acrítica ‘disciplina de voto’, y la de la Cámara de los Comunes británica, donde el Gobierno salvó su política gracias al apoyo de diputados de los partidos de la oposición, con buena parte de los teóricamente propios en contra.

 

-en el judicial, se da el fenómeno de la lotización, de reparto en lotes, lotes proporcionales al peso electoral de cada partido. Así, desde el mismísimo Consejo General del Poder Judicial, cada uno de sus miembros no es nombrado por sus méritos jurídicos sino por su concordancia política con el partido que le propone.

 

Pero la lotización no se circunscribe al judicial, sino que se aplica también a otro poder, totalmente estratégico en la sociedad moderna: los medios de comunicación. No sólo pasa lo mismo en el Consejo Consultivo del Audiovisual que en el CGPJ, sino que, en la práctica, los partidos se reparten las cadenas públicas de TV y radio, atentando a la imprescindible, para la salud de la democracia representativa, independencia de los medios de comunicación). Recuerden ustedes los curiosos cambios de enfoque que estos medios sufren cada vez que hay un cambio de gobierno, sea éste estatal, autonómico o municipal, y déjenme sólo mencionar aquí el caso, no por tópico menos real, de la independencia de la BBC británica.

 

Querría acabar esta pretendida motivación al debate más políticamente incorrecto que se les ocurra, mencionando que ésta y otras enfermedades de la cultura democrática, único marco sociológico donde pueden florecer los derechos, el Derecho y las libertades, sólo tienen un remedio, una terapia: el ejercicio pleno, profundo e intransigente de la ciudadanía, de las libertades individuales, de los derechos civiles.

 

Foro Humanístico (asoc.cultural), 2-oct-… 2004?