Hace cuatro años casi nadie prestaba atención a los semiconductores, más conocidos como chips. Pero entonces una crisis en la cadena de suministros en Asia, agravada por la pandemia, puso en jaque a la economía global. Cuando empezaron a escasear las Play Station 5 parecía solo una anécdota. No obstante, en seguida el problema saltó a la industria del automóvil, los ordenadores, los teléfonos… Todo el mundo entendió por las malas la importancia de este sector, que se ha convertido en el centro de la pelea tecnológica entre Estados Unidos y China.
La guerra de los chips, del historiador estadounidense Chris Miller, explica cómo el mundo ha acabado dependiendo de esta industria. El libro, publicado en España por Península, ha sido considerado el mejor del año por el Financial Times y The Economist. Narra una historia de genios de Silicon Valley, inversiones millonarias del Pentágono, espías soviéticos y chinos. La historia de cómo una tecnología inventada en los años cuarenta ha definido, más que ninguna otra, la geopolítica de nuestra era.
La tesis de su libro es que los microchips son el centro de la economía digital y han definido el mundo al menos en los últimos cuarenta años, desde la victoria de Estados Unidos en la Guerra Fría al milagro de los tigres asiáticos y el auge de China. ¿Por qué, qué hace que los chips sean tan importantes?
Son importantes por dos razones. Primero, la economía mundial no podría funcionar sin ellos. Todo tipo de aparatos, desde teléfonos a ordenadores, coches o lavavajillas, llevan decenas o incluso cientos de chips, así que dependemos económicamente de ellos. Pero además el poder militar también se basa en los chips: las armas punteras necesitan muchísimos, lo que hace que los semiconductores sean estratégicos para la industria de defensa y los ejércitos.
Sin embargo, hemos permitido que una industria tan crucial acabe concentrada en muy pocas empresas y esté afectada por constantes cuellos de botella. ¿Cómo es posible?
Sí, porque esta industria es carísima y tiene enormes economías de escala. Esto significa que las empresas con mayor capacidad de producción son las que más pueden bajar los precios e invertir en mejor tecnología. Por eso hoy el fabricante de los chips más avanzados, la empresa taiwanesa TSMC, también es el mayor fabricante de chips del mundo. Esta industria tiene una clara tendencia a la concentración: solo un puñado de empresas pueden producir las tecnologías punteras que necesita una cadena de montaje tan compleja.
Tras la pandemia descubrimos la importancia de Taiwán y TSMC, su empresa estrella, en la industria global de los chips. TSMC produce un tercio de todos los chips y la mayoría de los más avanzados, todo el mundo depende de esta compañía. Pero Taiwán también es el centro de la disputa geopolítica entre Estados Unidos y China. ¿Qué pasaría si TSMC tuviera que interrumpir su producción por una guerra, por ejemplo?
Sería catastrófico. Se estima un coste de billones de dólares para toda la economía global. Sufriríamos disrupciones en la fabricación no solo de teléfonos u ordenadores, sino también de coches y dispositivos domésticos de todo tipo. Por eso el mundo entero tiene claros incentivos para mantener la cadena de suministros de chips taiwaneses abierta. Es decir, tenemos motivos para proteger a Taiwán de un bloqueo chino.
Permítame que lleve esta pregunta un poco más lejos. 5G, coches eléctricos, inteligencia artificial, computación en la nube… ¿Todo eso estaría en peligro en un escenario así?
Claro, porque todos esos sectores necesitan chips. Algunos se verían más afectados que otros. Los teléfonos, por ejemplo, están especialmente expuestos a la industria taiwanesa. Pero no hay ninguna tecnología moderna que no requiera montones de chips ni se viera afectada por una crisis en Taiwán.
Muchos analistas, e incluso el Gobierno taiwanés, argumentan que el peso de Taiwán en la industria global de los chips da al país ciertas garantías de que no sufrirá una invasión china. Es lo que llaman el “escudo de silicio”, por el material con el que se hacen los chips. ¿Está de acuerdo con esa idea, cree que Taiwán está a salvo de un ataque de Pekín?
No creo que los semiconductores puedan impedir un ataque sobre Taiwán. Si algo lo impide será el poder militar de Estados Unidos. Eso es lo que ha protegido Taiwán desde 1949, cuando los comunistas ganaron la guerra civil en la China continental y empezaron a intentar tomar la isla. Sí, la industria de semiconductores es una de las principales razones por las que Taiwán tiene hoy peso internacional. Pero Estados Unidos ha defendido a los taiwaneses desde antes de que se inventara el semiconductor. A la hora de la verdad, lo único que podrá defender la isla será Washington, no los chips.
¿Piensa entonces que, incluso a pesar del inestimable coste que supondría para la economía china que se pare la producción de chips en Taiwán, el Partido Comunista se arriesgará a invadir la isla?
Bueno, nadie sabe qué tiene en la cabeza Xi Jinping, ¿no? Lo que sabemos es que China insiste en que quiere recuperar Taiwán y que está dispuesta, si es necesario, a usar lo que ellos llaman “medios no pacíficos”. También sabemos que las capacidades estadounidenses para defender Taiwán se han deteriorado en la última década: mientras China construye un enorme poder militar, hasta hace muy poco Estados Unidos había dejado de invertir en la clase de armas que necesita para defender la isla.
Por último, sabemos que una reunificación pacífica es muy poco probable porque los taiwaneses no la quieren. Han visto lo que pasó en Hong Kong, saben lo que está pasando en Xinjiang, y no les gusta nada. Descartado el escenario de la unificación pacífica, a China solo le queda seguir presionando, amenazar con usar la fuerza, y no está claro que Estados Unidos sea capaz de detener el ataque. El riesgo está ahí.
Pero no haría falta una invasión a gran escala para interrumpir la producción de chips en Taiwán, ¿verdad? En el libro usted habla de ataques chinos más modestos, como un bloqueo naval o bombardeos a las fábricas de TSMC, o incluso un terremoto… Taiwán está en una zona sísmica y ha sufrido varios temblores importantes en los últimos años.
Sí, es cierto. De todos ellos, creo que el escenario más complicado es el del bloqueo. ¿Qué haría Estados Unidos si China impusiera un bloqueo naval contra Taiwán? Nadie lo sabe, pero sería una decisión extremadamente difícil para Occidente.
Dedica unas páginas de su libro a hablar del impacto de los chips en la Guerra Fría. Siempre se ha hablado de la guerra de Afganistán, Chernóbil o la corrupción del sistema soviético para explicar la caída de la URSS. Pero usted argumenta que los semiconductores jugaron un papel crucial. ¿Por qué?
La Unión Soviética perdió la carrera de la tecnología de defensa. No se trata de que se quedaran atrás desarrollando cierto armamento concreto, como misiles o cazas. El problema fue que no pudieron aplicar las nuevas tecnologías de computación a la guerra. No consiguieron informatizar sus armas, por lo que estas eran mucho menos precisas, lo que ponía a los soviéticos en clara desventaja frente a Estados Unidos. Sencillamente no tenían una industria de chips lo bastante desarrollada como para producir semiconductores avanzados ni en la cantidad necesaria para mantener el pulso.
China está invirtiendo una millonada en desarrollar su industria de chips. Pero Biden ha impuesto un bloqueo muy estricto a la exportación de tecnología a China. ¿Cómo está afectando esto a la ambición de Pekín, pueden rivalizar con Estados Unidos a pesar de eso?, ¿cuánta ventaja tienen los estadounidenses?
No es solo de la ventaja que tenga Estados Unidos sino toda la coalición occidental, que también incluye a Taiwán, Japón… Diría que Occidente está cinco años por delante de China. Los chinos invierten ingentes cantidades para ponerse al día pero siguen teniendo un grave problema: la mayoría de las tecnologías críticas se producen fuera de China, en Japón, Estados Unidos, Países Bajos… Por el contrario, China no tiene ese dominio en ningún punto de la cadena. No hay nada que China produzca en la industria de los chips que no se pueda producir en otro lugar. Y el mercado chino es grande, sí, pero no tanto comparado con el resto del mundo.
Vamos hacia un escenario en el que China solo venderá para su mercado interno y los productores occidentales venderán al resto del mundo, a ese más del 80% del PIB global que suman el mercado europeo, el estadounidense, el japonés y el resto de mercados… Occidente tiene mejor tecnología, así que China se tendrá que conformar con un mercado mucho más pequeño. Va a ser una carrera muy difícil de ganar para ellos.
Pero hace solo unos días Huawei ha presentado su nuevo teléfono, el Mate 60 Pro, que tiene semiconductores más avanzados de lo que se esperaba. ¿El bloqueo no está funcionando?, ¿espera que Estados Unidos imponga medidas aún más duras?
Yo no diría que el anuncio fue una gran sorpresa. Sabíamos que SMIC, la empresa china que colaboró con Huawei para producir estos chips, conseguiría llegar a este nivel antes o después. No sabíamos exactamente cuándo, pero esperábamos que fuera pronto. SMIC ha presentado este chip unos cinco años después de que lo hiciera TSMC. Durante los últimos quince años, la empresa china siempre ha ido cinco por detrás de la taiwanesa, así que este anuncio encaja con lo que esperábamos.
Con todo, Huawei va a tener dificultades para aumentar la calidad de sus teléfonos. En el otro extremo del mercado, Apple pretende aumentar su producción hasta más de doscientos millones de teléfonos este año, y son terminales que incluyen los chips más avanzados del mercado. Esto es un reto para toda la industria, será difícil seguir aumentando el volumen.
Pero Huawei no es capaz de producir móviles tan punteros como Apple o Samsung y tiene mayores costes de producción. Sus móviles se acabarán vendiendo solo en China. Es un buen ejemplo de sustitución de importaciones: China importará menos teléfonos occidentales y consumirá más teléfonos Huawei producidos en casa. Pero a cambio tendrá que asumir mayores costes y peor calidad. Parece que el Gobierno chino está dispuesto a asumir este sacrificio, pero yo no lo consideraría un gran éxito para China.
Trump impuso en 2018 un veto a Huawei que en pocos meses tumbó a la que era una de las mayores compañías tecnológicas chinas. ¿Por qué China no respondió?
Lo cierto es que la estrategia china de sustituir importaciones, es decir producir en casa y dejar de comprar tecnología occidental, viene de antes de las restricciones impuestas por Trump. Hace tiempo que China trata de escapar del dominio estadounidense. También tiene formas de contraatacar: es con diferencia el mayor productor de galio y germanio, dos metales usados en la industria de chips. Y acabamos de conocer datos que apuntan a que Pekín está restringiendo su exportación.
El problema que tiene China es que, a pesar de todo, sigue necesitando chips extranjeros. De hecho, gasta más dinero en importar chips que en importar petróleo, lo que da una idea de la magnitud del reto. China no puede devolver los golpes porque se arriesga a iniciar una escalada de restricciones y perder acceso a la tecnología occidental que tanto necesita.
Además del bloqueo, Estados Unidos también está buscando opciones para trasladar sus fábricas de chips fuera de China. ¿Son países como India o México buenas alternativas?
No creo que esos países vayan a jugar un papel importante en la fabricación de chips. Sí podrían tenerlo en el ensamblaje de productos electrónicos, como teléfonos u ordenadores. Ambos se enfrentan a competidores fuertes como Vietnam y otros países del sudeste asiático, que también tienen mano de obra abundante y barata, buenas infraestructuras y una industria electrónica más desarrollada. Pero es cierto, India y México se están esforzando mucho por conseguir un trozo del pastel de las industrias que están abandonando China.
¿Qué rol tiene Europa en todo esto?, ¿estamos condenados a ser un actor secundario? ¿Qué opina de los esfuerzos europeos de levantar una industria de chips propia?
Lo primero que hay que decir es que Europa ya es un actor crucial en varios puntos de la cadena. Por ejemplo, la empresa neerlandesa ASML domina el sector de las máquinas de fabricación de chips. Por eso creo que los líderes europeos cometerían un error si valoraran la industria europea considerando solo cuántos chips puede fabricar. Los países europeos no son fuertes en fabricación pero controlan otros aspectos importantes.
De todas formas, sí, Europa está procurando traerse la fabricación de chips a casa. Alemania en particular está invirtiendo grandes cantidades de dinero en ello. No es descartable que dentro de unos años la producción europea aumente. Aun así, creo que lo más probable es que Europa siga importando la mayor parte de sus chips de Corea, Taiwán, Japón o Singapur todavía durante mucho tiempo.
Estados Unidos también quiere traerse la producción de chips a casa y ha convencido a TSMC de que abra una fábrica en Arizona. Pero la empresa está teniendo problemas con sus trabajadores estadounidenses, que acusan a la dirección de querer contratar mano de obra taiwanesa, más barata. ¿Cree que TSMC podrá adaptarse a las condiciones laborales de las economías occidentales, mejores que en Asia, y seguir siendo rentable? No en vano parte del éxito de TSMC se atribuye a la productividad y los bajos salarios de los trabajadores asiáticos…
Bueno, eso es lo que dice la propia TSMC. Yo no estoy tan seguro de que esa sea la causa de su éxito. Toda compañía a la que le va bien se inventa un mito sobre lo duro que trabajan sus empleados en comparación con los de la competencia. El esfuerzo que trae el éxito: las empresas se cuentan a sí mismas historias como esa. Pero me parece implausible que el éxito o fracaso de una empresa se pueda atribuir solo a la cantidad de horas trabajadas. Es un factor, por supuesto. Pero no me parece que eso explique el ascenso de TSMC.
La clave no es que trabajen mucho sino que son inteligentes. La forma en que han desarrollado su negocio y optimizado su proceso productivo es brillante. Hablar solo del coste de la mano de obra es una forma simplista de explicarlo. Por eso no creo que su mayor problema sea conseguir que los trabajadores de Arizona trabajen dos horas más o menos. El verdadero reto para TSMC es que han creado un proceso productivo extraordinariamente eficiente centrado en Taiwán, y ahora deben acostumbrarse a producir en diferentes países a la vez, incluidos Estados Unidos, Japón, Alemania, quizá Singapur…
Rusia perdió la Guerra Fría porque se quedó atrás en la carrera tecnológica. ¿Cómo están ahora, siguen muy rezagados?, ¿les está afectando de alguna manera en la guerra con Ucrania?
Prácticamente no existe una industria de chips en Rusia. Es muy muy pequeña y está muy lejos de poder desarrollar chips avanzados. Así que tienen que importarlo todo. Han tenido suerte durante la guerra porque China se ha mostrado dispuesta a venderles chips y Occidente no ha podido o no ha querido evitarlo. China incluso está vendiéndoles chips de fabricación occidental, así que a Rusia están llegando grandes cantidades de semiconductores occidentales a través de empresas chinas. Sucede porque ese comercio es muy difícil de controlar, pero también porque Occidente no ha querido abrir una nueva pelea con las empresas chinas por este asunto.
Usted es experto en política y economía rusas, así que aprovecho para preguntarle. ¿Cómo está la economía rusa ahora mismo?, ¿están aguantando las sanciones mejor de lo que esperaba Occidente?
La economía rusa está soportando bastante bien la guerra. Por supuesto tienen problemas. El rublo está cayendo, la inflación no deja de subir, la balanza comercial acaba de caer a negativo, las cuentas públicas sufren un déficit profundo… Pero Rusia ha demostrado que es capaz de asumir el esfuerzo bélico mientras mantiene unos ciertos estándares para la población. No debemos esperar que la economía decida la guerra. La guerra se decidirá en el campo de batalla.
Su libro explica que solo en los últimos meses del mandato de Barack Obama llegó el Gobierno estadounidense a ser consciente de la importancia de la industria de los chips en la pelea con China. ¿Fue lento, incluso inocente, Estados Unidos al reaccionar ante el desafío tecnológico chino?
Sí, pero yo no hablaría solo de Estados Unidos sino de Occidente en general. Pensábamos que si ayudábamos a China a integrarse en el comercio global, desarrollar su economía y avanzar tecnológicamente conseguiríamos que se acercara a nuestros intereses. Hemos tardado mucho tiempo en darnos cuenta de que no es así. El crecimiento chino no ha hecho que Pekín sea más manejable, sino que nuestra relación con ellos sea más conflictiva.
China se está expandiendo en el mar del Sur de China, aumenta sus capacidades militares para amenazar a Taiwán. Ha adoptado un estilo diplomático agresivo llamado de los wolf warriors (‘lobos guerreros’). Occidente no entendió nada de esto. Basta con revisar la hemeroteca de cuando Xi llegó al poder en 2012. Encontrarás montones de historias alabando su campaña anticorrupción, celebrando su supuesto espíritu reformista, que quisiera abrir la economía a las iniciativas privadas y cosas así. No entendimos nada y hemos tardado mucho en darnos cuenta.
¿Y no estaremos cometiendo el mismo error con India ahora mismo? Occidente hace esfuerzos por acercarse a este país, al que ve como un aliado frente a China y un buen destino al que trasladar sus fábricas. Pero el Gobierno nacionalista de Narendra Modi muestra claras tendencias autoritarias…
Es una pregunta interesante. No pretendo ser experto en política india, pero diría que ahora mismo Occidente tiene fuertes razones para acercarse a este país y querer que gane influencia internacional. Dicho esto, creo que sería un error dar demasiada importancia a nuestros supuestos valores compartidos… Occidente debería centrar sus relaciones con India en torno a intereses y no en la ilusión de que compartimos valores democráticos.
Cerremos la entrevista con una pregunta hipotética. ¿Qué ocurriría con Estados Unidos, y con el orden internacional, si China acabara logrando la supremacía tecnológica?
El impacto sería mayúsculo. Tendría efectos inmediatos a nivel militar, pero también para la industria tecnológica y el comercio global. Dominar el desarrollo de los chips más avanzados da a Occidente enormes ventajas en el ámbito económico, diplomático, militar, tecnológico… No debemos olvidarlo. Por eso todos los Gobiernos occidentales se están movilizando para defender sus industrias y han empezado a ver los esfuerzos chinos como una amenaza real.
Un muy buen ejemplo es Países Bajos. Si uno no lo piensa mucho, Países Bajos podría parecer un país poco involucrado en la pelea con China. Y sin embargo en los últimos cinco años los neerlandeses han analizado qué impacto tienen los avances tecnológicos chinos en su país y en consecuencia han revisado profundamente su relación con Pekín. Los Gobiernos occidentales han empezado a recordar la importancia de defender su supremacía tecnológica cuando se han dado cuenta de cuánto cambiaría su estatus si China gana esta carrera.