>>> protagonistas de los golpes de Estado en el África Occidental francófona 2020-2023 (I/II) <<<

Actualizació: 20 de setembre 2023, editat per: Roberto Ortiz de Zárate, CIDOB

Malí - Chad - Guinea - Burkina Faso - Níger - Gabón

presentación

Entre agosto de 2020 y agosto de 2023, en seis países del Sahel y África Occidental, Malí, Chad, Guinea, Burkina Faso, Níger y Gabón, se han sucedido una serie de golpes de Estado triunfantes perpetrados por elementos del Ejército. Aunque cada nación presenta sus especificidades, estas usurpaciones militares acontecen en contextos nacionales similares.

Así, Malí, Burkina Faso y Níger, países en mayor o menor medida desérticos y semiáridos que figuran entre los de más bajo desarrollo humano del mundo, comparten un trasfondo de crítica precariedad por la insurgencia y el terrorismo yihadistas, el deterioro de las condiciones climático-ambientales, el estrés hídrico, la penuria alimentaria y las disputas por el control de los recursos naturales. Solo las violencias a mano armada han causado aquí desde 2012 miles de muertos y cientos de miles de desplazados y refugiados. Los tres países tenían unos Gobiernos, ahora derrocados, que gozaban de una relativa reputación democrática, erosionada (Malí) en vísperas de su caída. En Guinea y Gabón, afectados igualmente por una ingente pobreza y el encarecimiento de la canasta básica, las intromisiones golpistas tumbaron en cambio a unos presidentes cuyo proceder era nítidamente autoritario. El caso de Chad, cuarta pieza de la vasta región del Sahel, tiene una índole política más particular, ya que un mismo régimen autocrático se reeditó a sí mismo cambiando de ropajes y rostros.

El balance común es el colapso de las instituciones civiles republicanas. Las prácticas democráticas han desaparecido prácticamente del Grupo G5 del Sahel, que completa Mauritania, a la espera de que concluyan los dilatados procesos de transición hasta elecciones orquestados por los militares con dudosas intenciones. Y, como ilustran los sucesos en Guinea y Gabón, el fenómeno se está extendiendo al conjunto del África Occidental francófona. Los nuevos regímenes militares, haciendo frente a diferentes grados de presión internacional, han logrado o van camino de consolidarse sin grandes dificultades, situación que contrasta con los casos de Sierra Leona en 1998, Malí en 2012, República Centroafricana en 2014 y Burkina Faso en 2015, ejemplos todos de arremetidas antidemocráticas que acabaron fracasando por el rechazo combinado de fuerzas internas y externas.

Los golpes acometidos tampoco están dando o —se infiere de los pronunciamiento iniciales— van a dar pie a transiciones normalizadoras rápidas y —se advierte en algunas capitales— sin pretensiones de cooptar el proceso para obtener legitimación política. Esta actitud acaparadora difiere de las transiciones habidas en Sudán en 1985-1986, Sierra Leona en 1996, Nigeria en 1998-1999 y Mauritania en 2005-2007. Y también en las propias Malí en 1991-1992, Níger en 1999 y 2010-2011, y Guinea en 2009-2010.

De paso, varios de los golpes de Estado (Malí, Burkina Faso y Níger, no así los de Chad y Guinea) se traducen en un rechazo frontal al tradicional ascendiente, percibido en los cuarteles y en la calle como demasiado intrusivo y neocolonial, de Francia, que va siendo sustituida por Rusia como interlocutora preferente en la palestra internacional y como potencia proveedora de recursos en materia de seguridad. En cuanto marco institucional de coordinación en ese terreno, el G5 Sahel queda irremisiblemente fracturado. La reducción de los efectivos militares galos en varias de las antiguas colonias africanas ya estaba en marcha desde años atrás, y la actual secuencia golpista, con su corolario de incertidumbres y mudanzas de socios estratégicos, está acelerando este repliegue histórico en todo el área de influencia, lo que incita a hablar del final de la llamada Françafrique.

Lo sucedido acarrea asimismo sendas crisis sin precedentes en la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO, liderada por la anglófona Nigeria) y la Unión Africana, que tienen suspendidos respectivamente a cuatro de sus 15 y a seis (incluido Sudán, desde 2019 bajo gobierno militar también) de sus 55 miembros. Para la CEDEAO, tras el golpe de Níger en julio de 2023, resulta imperioso detener en seco esta ola militarista, pero su capacidad de respuesta se ve mermada porque el balance de fuerzas interno está menos desnivelado que hace tres años, cuando solo en Malí regían los uniformados.

Con este documento, CIDOB expone los antecedentes, desarrollos y consecuencias de los seis golpes de Estado estudiados, enmarcándalos en las figuras de sus protagonistas: los mandatarios depuestos y los oficiales que, de manera inconstitucional, han capturado el poder y se han convertido en dictadores de facto.


(Cobertura informativa hasta 15/9/2023).

LA SECUENCIA DE GOLPES DE ESTADO

● 18 de agosto de 2020, primer golpe en Malí: derrocamiento del presidente Ibrahim Boubacar Keïta y asunción del poder por la junta militar del coronel Assimi Goïta. El 27 de agosto Goïta se proclama jefe del Estado y el 25 de septiembre deja paso a Ba N'Daou, oficial retirado, quien asume como presidente provisional de transición. Goïta se reserva el puesto de vicepresidente de la República. El 27 de septiembre Moctar Ouane es nombrado primer ministro interino.

● 20 de abril de 2021, golpe sucesorio en Chad: fallecimiento del presidente Idriss Déby. Asume el poder su hijo, teniente general Mahamat Idriss Déby, al frente de una junta militar. El 26 de abril es nombrado primer ministro Albert Pahimi Padacké. Posteriormente, el 10 de octubre de 2022, Déby se proclama presidente de transición y tres días después reemplaza a Padacké por Saleh Kebzabo.

● 24 de mayo de 2021, segundo golpe en Malí: el coronel Goïta derroca al presidente Ba N'Daou y al primer ministro Ouane, y retoma todo el poder como presidente de transición (26 de mayo). El 7 de junio jura formalmente el puesto y nombra primer ministro interino a Choguel Kokalla Maïga.

● 5 de septiembre de 2021, golpe en Guinea: derrocamiento del presidente Alpha Condé y asunción del poder por la junta militar del coronel Mamady Doumbouya. El 17 de septiembre Doumbouya toma posesión como presidente de la República, de transición a partir del 1 de octubre, y el 6 de octubre nombra primer ministro a Mohamed Béavogui, que el 16 de julio de 2022 será cesado en favor de Bernard Gomou.

● 24 de enero de 2022, primer golpe en Burkina Faso: derrocamiento del presidente Roch Marc Christian Kaboré y asunción del poder por la junta militar del teniente coronel Paul-Henri Sandaogo Damiba. El 31 de enero Sandaogo Damiba se proclama presidente de la República y el 2 de marzo adquiere la condición de presidente de transición. El 3 de marzo Albert Ouédraogo es nombrado primer ministro.

● 30 de septiembre de 2022, segundo golpe en Burkina Faso: derrocamiento del presidente Sandaogo Damiba y del primer ministro Ouédraogo por el capitán Ibrahim Traoré, quien constituye una nueva junta. El 5 de octubre Traoré se atribuye la condición de jefe del Estado y el 21 de octubre es investido presidente de transición a la vez que nombra primer ministro a Apollinaire Joachim Kyélem de Tambèla.

● 26 de julio de 2023, golpe en Níger: derrocamiento del presidente Mohamed Bazoum y asunción de poder, dos días después, por la junta militar del general Abdourahmane Tchiani. El 7 de agosto Ali Lamine Zeine es nombrado primer ministro.

● 30 de agosto de 2023, golpe en Gabón: derrocamiento del presidente Ali Bongo Ondimba y asunción del poder por la junta militar del general Brice Oligui Nguema. El 4 de septiembre Oligui Nguema toma posesión como presidente de transición y el 7 de septiembre Raymond Ndong Sima es nombrado primer ministro.



MALÍ

ANTECEDENTES Y CONTEXTO
En vísperas del golpe de Estado militar de agosto de 2020 —cuarto episodio de estas características desde 1968—, Malí era un clamor culpabilizando a Ibrahim Boubacar Keïta, presidente elegido democráticamente, de todos los males de un país que parecía a punto de desmoronarse.

Múltiples eran las patologías nacionales: el sombrío curso de la guerra en el desértico norte contra las poderosas bandas de la coalición JNIM/GSIM, amalgama de AQMI, Ansar ad-Dine y otras organizaciones alqaedistas, y del Estado Islámico en el Gran Sáhara (IS-GS); el conflicto, congelado pero no resuelto, con los tuaregs de Azawad, quienes decían renunciar al independentismo a cambio de un amplio autogobierno en un marco federal; la espiral de pogromos étnicos y represalias que enfrentaban a milicianos y "grupos de autodefensa" de las comunidades fulani/peuhl (ganaderos y pastores) y dogon/bambara (agricultores y cazadores); la policrisis de seguridad, económica, alimentaria y, a raíz de la COVID-19, también sanitaria; como consecuencia de todo la anterior, la agudización de los déficits del crónico subdesarrollo nacional; y, como funesto remate, un vendaval de acusaciones de corrupción, despilfarro, nepotismo y mal gobierno contra Keïta, cuyo partido, el Reagrupamiento por Malí (RPM), fue declarado ganador de las elecciones legislativas de marzo y abril con las previsibles quejas sobre irregularidades.
                     

El altavoz de este estado de ánimo airado fue el Movimiento del 5 de Junio-Reagrupamiento de Fuerzas Patrióticas (M5-RFP), plataforma popular que con sus manifestaciones diarias, inútilmente reprimidas por las fuerzas del orden con un balance de varios muertos, y sus actos de desobedienciai civil puso al presidente contra las cuerdas. Keïta ofreció un Gobierno de unidad y discutió otras concesiones al M5-RFP con la mediación de la CEDEAO, pero no aceptó la recomendación del bloque regional de repetir las elecciones legislativas. El M5-RFP exigía la salida incondicional del jefe del Estado y el diálogo naufragó. Privado de apoyos domésticos y solo con la comunidad internacional de su lado, Keïta, sin ningún soldado o guardia dispuesto a defenderle, sucumbió con toda facilidad a la sedición del grupo de coroneles y generales mandado por Assimi Goïta, los cuales justificaron su proceder por el "caos y la anarquía" que estaban engullendo a Malí.

EL PRIMER GOLPE
El 18 de agosto de 2020 soldados alzados tomaron el control de una serie de puntos neurálgicos en Bamako y del cercano campamento de Kati sin hallar oposición. El presidente Keïta fue detenido al igual que su hijo Karim y el primer ministro Boubou Cissé, y forzado a leer frente a las cámaras de televisión un mensaje de renuncia, acompañada de la disolución del Gobierno y la Asamblea Nacional. "Si hoy ciertos elementos de nuestras Fuerzas Armadas determinaron poner fin a esto con su intervención, ¿tengo acaso elección?. Me someto a ella, porque no quiero que se derrame sangre para mantenerme en el poder (...) No albergo odio hacia nadie, el amor por mi país me lo impide", explicaba serenamente el derrocado, con el rostro cubierto por la mascarilla anti-COVID.

Por la noche, el coronel Ismaël Wagué, subjefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea, leyó una proclama en la que aludió a una "hoja de ruta que ponga los cimientos de un nuevo Malí" y anunció un Comité Nacional para la Salvación del Pueblo (CNSP). Al día siguiente, el coronel Assimi Goïta se presentó a los periodistas como el cabeza de la junta. En su alocución, Goïta explicó que Malí atravesaba "una crisis de seguridad y sociopolítica", pidió a la población terminar con el "vandalismo" y retornar a la normalidad, y reiteró que el CNSP se proponía gobernar el país hasta la celebración de elecciones libres y democráticas "en un plazo razonable". Vicejefe del CNSP era el coronel Malick Diaw, compañero de promoción de su colega de escalafón. Miles de paisanos se echaron a la calle para celebrar los hechos, violando el toque de queda impuesto por los militares. El 27 de agosto Goïta, protagonista de un levantamiento en cierta medida previsible, se autoproclamó jefe del Estado mientras durase el período transitorio.

EL SEGUNDO GOLPE
El segundo movimiento de fuerza en Malí, con características de autogolpe, lo realizó Goïta, en ese momento vicepresidente de la República, el 24 de mayo de 2021 contra el presidente de transición Ba N'Daou y el primer ministro interino Moctar Ouane, quien acababa de formar un nuevo Gabinete. Al día siguiente, el coronel salió a confirmar su captura del poder y en la jornada posterior, una vez arrancada la renuncia a N'Daou, se autoproclamó presidente de transición, condición validada por la Corte Constitucional el 28 de mayo. Al igual que Keïta el año anterior, N'Daou y Ouane sufrieron cautiverio domiciliario temporal, en sus casos prolongado hasta el 27 de agosto.

CONSECUENCIAS
En septiembre de 2023, el balance de los dos golpes de fuerza del coronel Goïta puede resumirse en cuatro hechos: virtual ruptura con Francia, Estados Unidos, la CEDEAO, el G5 Sahel y la misma ONU; alianza estratégica con Rusia rodeada de violaciones masivas de derechos humanos; ningún avance en la guerra contrainsurgente (de hecho, se ha reactivado el segundo frente armado, el de la rebelión tuareg); y un proceso de transición hacia elecciones que acumula retrasos y sobre el que gravitan serias dudas.

En el terreno político, Goïta y el CNSP hablaron inicialmente de una transición de tres años, plazo considerado desmedido por los actores de la sociedad civil y la comunidad internacional. Esta última, pese a las condenas diplomáticas y los primeros castigos (suspensión de membresía por la Unión Africana, sanciones financieras de la CEDEAO, suspensión por la UE de su misión de entrenamiento EUTM), se resignó ante el golpe como un hecho consumado. En septiembre de 2020, Goïta, sensible a las presiones externas e internas, accedió a una transición abreviada de 18 meses y a compartir el poder con los civiles en los términos marcados por la Carta de Transición, documento consensuado entre el CNSP, el M5-RFP y los partidos políticos. Si todo iba bien, Malí celebraría elecciones a comienzos de 2022.

El 25 de septiembre Goïta dejó paso a un respetado coronel retirado del Ejército (luego técnicamente civil) y ex ministro de Defensa con Keïta, Ba N'Daou, quien tomó la jefatura provisional del Estado en calidad de presidente de transición; a su vez, N'Daou nombró a Moctar Ouane, anterior ministro de Exteriores y diplomático independiente aunque persona no del gusto del M5-RFP, para pilotar un Gobierno interino. Goïta se reservó la posición de vicepresidente de la República, resuelto a seguir controlando el proceso político desde el segundo plano. Tranquilizadas por el curso aparentemente positivo de los acontecimientos, la UA levantó su suspensión y la CEDEAO hizo lo propio con sus sanciones en octubre. Además, Malí normalizó su participación, junto con Burkina Faso, Chad, Mauritania y Níger, en el foro G5 del Sahel, coordinado por Francia y fundamental para la seguridad antiterrorista en toda la región. En diciembre se constituyó un Consejo Nacional de Transición (CNT) de 121 miembros a modo de sucedáneo de la disuelta Asamblea Nacional y con el coronel Diaw de presidente. Luego, el 26 de enero de 2021, Goïta volvió a transigir con la disolución del CNSP.

El volátil escenario maliense saltó otra vez por los aires el 24 de mayo de 2021 porque Goïta, descontento con la remodelación ministerial acometida por Ouane con la sanción de N'Daou (se apuntó en concreto el caso del coronel Sadio Camara, cesado como ministro de Defensa), derrocó a ambos acusándoles de "sabotear" la transición a la democracia y el día 26 se posesionó él mismo de la Presidencia transitoria. El 7 de junio juró formalmente el cargo y nombró primer ministro interino a Choguel Kokalla Maïga, líder del partido Movimiento Patriótico para la Renovación (MPR) y del M5-RFP. Aunque Goïta, que en julio escapó ileso a un intento de apuñalamiento en la Gran Mezquita de Bamako, aseguraba que su compromiso con las futuras elecciones era firme, la CEDEAO reaccionó suspendiendo a Malí e imponiendo a los militares un paquete de sanciones. La UA reactivó igualmente su anterior suspensión.

En septiembre de 2021 se advirtió a las claras que Goïta estaba impulsando un profundo viraje estratégico al aflorar informes sobre la presencia en Malí de numerosos mercenarios e instructores militares del grupo ruso Wagner; mientras, los yihadistas del JNIM y el IS-GS seguían tendiendo mortales emboscadas a los soldados malienses y de la misión de pacificación MINUSMA de la ONU, y cometiendo matanzas de paisanos. La evacuación unilateral por las tropas francesas de la importante ciudad norteña de Kidal, bajo control de Bamako desde febrero de 2020 —cuando las Fuerzas Armadas Malienses (FAMa) la recuperaron, en virtud del acuerdo de paz de 2015, tras seis años en manos de los rebeldes tuaregs— sirvió de pretexto para una furiosa diatriba antifrancesa del primer ministro Maïga, que desde la Asamblea General de la ONU acusó a París de dejar Kidal a merced de los yihadistas. El presidente Macron tachó de "vergüenza" esta imputación, aunque en diciembre los soldados galos abandonaron también Timbuktu. Al comenzar 2022, el Gobierno de Bamako expulsó al embajador francés.

La crisis diplomática franco-maliense vino a acelerar el final de la Operación Barkhane, el dispositivo militar multinacional comandado por Francia, que en 2013 había continuado la misión de seguridad de la anterior Operación Serval y que en los últimos años concitaba acusaciones de ineficacia desde el lado maliense. Ya en junio de 2021 Macron había anunciado el próximo final de Barkhane, de ahí las retiradas de Kidal y Timbuktu. En febrero de 2022 el presidente informó que las unidades galas y canadienses de Barkhane y de la Fuerza Operativa Takuba de la UE, llamada a sustituir a la anterior, se retiraban de Malí ante la falta de "condiciones políticas, operativas y legales"; su nueva base de operaciones sería Níger. Goïta exigió que la evacuación estuviera completa para el 18 de marzo, pero el Ministerio de Defensa francés respondió que el proceso llevaría meses. Al final, iba a prolongarse hasta el 15 de agosto, fecha en que los últimos efectivos abandonaron la base de Gao. En mayo, Bamako se retiró también de la Fuerza Conjunta del G5 Sahel, creada en 2017 con los auspicios de París, y del resto de órganos y cuerpos del grupo regional.

A estas alturas, Goïta y los coroneles no ocultaban su acuerdo militar con el Grupo Wagner y el Kremlin, es más, lo exhibían. De Rusia comenzaron a llegar también municiones y armamento pesado. Simultáneamente, empezaron a menudear los informes y denuncias sobre la comisión en las áreas en conflicto de grandes masacres de civiles por parte de soldados de las FAMa y mercenarios rusos. Por otro lado, la delegación maliense en la Asamblea General de la ONU se abstuvo en las resoluciones de condena a Rusia por su invasión de Ucrania. En febrero de 2023 este voto abstencionista se trocó negativo en la resolución que exigía la retirada inmediata e incondicional de las tropas ocupantes. Así, Malí se alineó ostensiblemente con Bielarús, Corea del Norte, Eritrea, Nicaragua y Siria, únicos países, además de Rusia, que votaron en contra. En junio de este mismo año Bamako exigió a la ONU el final sin dilación de su misión de cascos azules presente en el país desde 2013, la MINUSMA, aduciendo una "crisis de confianza". El día 30, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la conclusión de la MINUSMA, cuyos efectivos debían abandonar Malí antes del 31 de diciembre. Los cascos azules iniciaron el repliegue y sus bases fueron ocupadas por las FAMa y Wagner. Desde Estados Unidos llegaron sanciones contra cargos públicos malienses relacionados con la organización mercenaria.

En el capítulo político, la deriva del régimen de Goïta ha sido igualmente tortuosa. El primero de enero de 2022, a menos de dos meses de la fecha barajada (27 de febrero) para celebrar elecciones, Bamako indicó que lo más apropiado era retrasar las votaciones hasta 2026. La CEDEAO liderada por Nigeria, airada, replicó con un duro paquete de sanciones consistente en el embargo comercial, la congelación de ayudas y el cierre de fronteras. La UE anunció sanciones selectivas. El coronel-presidente urgió a los gobiernos vecinos a reconsiderar sus medidas "ilegítimas, ilegales e inhumanas". En febrero, el CNT aprobó una nueva Carta de Transición que autorizaba presidir el país durante cinco años a Goïta, el cual no podría ser candidato para reelegirse. Llegado junio, Goïta se retractó y decretó una fecha límite para la transición más cercana, el 26 de marzo de 2024. Transcurrido un mes, la CEDEAO, de mala gana porque en lugar de los 24 meses hasta las elecciones consideraba suficientes 16, se plegó a levantar las sanciones, aunque no la suspensión de membresía. El 18 de junio de 2023, con un 96,9% de síes y una participación del 38,2%, fue aprobada en referéndum una reforma constitucional para, entre otros cambios, reforzar el sistema de gobierno presidencial.

IBRAHIM BOUBACAR KEÏTA (1945-2022)

© UN Photo/A. Voisard
   
Ibrahim Boubacar Keïta llegó a la política maliense trayendo una aureola de experto en los problemas del desarrollo, especialmente los que acuciaban a su paupérrimo país y a la region saheliana. Fue mano derecha y primer ministro del primer presidente democrático del país, Alpha Oumar Konaré. Tras lanzar el partido socialdemócrata RPM y fracasar en las elecciones de 2002 y 2007, IBK ganó triunfalmente las presidenciales de 2013, en medio de la emergencia nacional derivada de la revuelta secesionista tuareg de Azawad y la ofensiva paralela de las bandas yihadistas en el norte, crisis desencadenantes de un golpe militar en 2012. Con el sostén crucial de las operaciones combinadas del Ejército francés y las fuerzas africanas de la CEDEAO y la ONU, que habían revertido el avance hacia el sur de los yihadistas, el mandatario vendió como un éxito el acuerdo de paz y reconciliación firmado en 2015 con los tuaregs, pero el recrudecimiento del terrorismo amenazaba con arruinar sus promesas de seguridad e integridad territorial. Su imagen de seriedad y firmeza aún aguantó en las elecciones de 2018, ganadas con amplitud de votos y no sin protestas. Después, los alarmantes avances de los integristas y los quebrantos del Ejército maliense, más unos escándalos de corrupción, liquidaron la reputación del dirigente, blanco de las manifestaciones del M5-RFP. En agosto de 2020 los golpistas le obligaron a dimitir y por unos días le mantuvieron arrestado, hasta que le permitieron partir a los Emiratos para recibir tratamiento clínico. Con la salud quebrantada, el ex presidente falleció en su casa de Bamako en enero de 2022 a los 76 años (Ibrahim Boubacar Keïta en BLP CIDOB).

ASSIMI GOÏTA (1980-)

© Reuters/F. Kokoroko
   
Apodado Asso por sus camaradas, Assimi Goïta presenta un historial de oficial fogueado en la guerra contra los yihadistas en las penosas condiciones del desierto y en las operaciones antiterroristas. Tiene experiencia en el trato con las Fuerzas Armadas de las otras naciones, Francia y Chad en particular, que socorrieron decisivamente al desbordado Ejército maliense en el año crítico de 2013. Sus servicios con el rango de coronel lucieron las insignias del Batallón Autónomo de Fuerzas Especiales-Centros de Guerra (BAFS-CA), unidad de élite acuartelada en Mopti y cuya comandancia estrenó en 2018. De paso, ascendió a vicejefe del Estado Mayor de las FAMa. Una vez convertido en dictador de facto, el barbudo coronel siguió cultivando esta imagen de hombre de acción y a la vez austero, a la luz de sus decisiones expeditivas y su querencia por la indumentaria de campaña con reminiscencias del desierto y sin distintivos de grado, alternada en ocasiones con el uniforme de gala. Desde 2022 se viste de civil, sobre todo en sus compromisos internacionales. Ha establecido una complicidad triangular con sus colegas golpistas de Guinea, coronel Doumbouya, y Burkina Faso, capitán Traoré, a la que acaba de sumarse el general nigerino Tchiani. En paralelo al repudio de Francia y el empleo de una dura retórica antioccidental, se ha convertido asimismo en un ardiente aliado de Putin, al que en julio de 2023 visitó en el Kremlin para agradecerle el suministro de grano y la cancelación de la deuda externa. Goïta se ha comprometido, tal como establece el marco de transición, a no ser candidato en las elecciones previstas para 2024 (Assimi Goïta en BLP CIDOB).


CHAD

ANTECEDENTES Y CONTEXTO
Idriss Déby se presentó el 11 de abril de 2021 a su sexta elección presidencial desde 1996. Con el boicot de parte de la oposición, el veto judicial de otro sector de la misma y al cabo de una campaña caracterizada por la intimidación y la violencia, el presidente salió reelegido por otros cinco años con el 79,3% de los votos, según datos de la Comisión Nacional Electoral Independiente (CENI). Esta atribuyó el 10,3% al ex primer ministro Albert Pahimi Padacké, candidato del Reagrupamiento Nacional de Demócratas Chadianos-El Despertar (RNDT-le Revéil), un partido acomodaticio al régimen. El mismo día de las elecciones, el Frente para la Alternancia y la Concordia en Chad (FACT), insurgencia activa desde 2006 en la inhóspita región norteña de Tibesti y reforzada con combatientes libios fogueados en la guerra civil del país vecino, desencadenó una violenta ofensiva con el objetivo de conquistar la capital N'Djamena, 900 km al sur. En cuanto a la endeble economía, basada en la agricultura y en unas exportaciones petroleras que nunca cumplieron las expectativas de gran bonanza, seguía afectada por la recesión pandémica.

EL GOLPE
El 20 de abril de 2021, al día siguiente de anunciar la CENI los resultados provisionales de la elección presidencial, Déby se encontraba en el frente, dirigiendo la contraofensiva del Ejército Nacional Chadiano (ANT) para repeler el avance del FACT unos 280 km al norte de N'Djamena. Ese día, el portavoz del ANT, coronel Azem Bermandoa Agouna, anunció con pesar a la nación el fallecimiento del presidente a causa de unas heridas sufridas en acto de servicio, se entendía que durante un ataque de la guerrilla ese mismo día. Sin embargo, los militares no dieron ningún detalle de lo sucedido. "Fiel a su juramento al país, el mariscal de Chad, presidente de la República, jefe del Estado, jefe supremo de los ejércitos, Idriss Déby Itno, acaba de dar su último aliento mientras defendía la integridad del territorio en el campo de batalla", rezaba el comunicado leído por el oficial.

A renglón seguido de la necrológica, el ANT dio parte de la suspensión de la Constitución, el cese del Gobierno, la disolución de la Asamblea Nacional (que llevaba sin renovar desde 2011) y la formación de un Consejo Militar de Transición (CMT) para llevar las riendas del país en los próximos 18 meses. La junta castrense quedaba bajo la jefatura del hijo del mandatario fallecido, teniente general Mahamat Idriss Déby, flanqueado por otros 14 generales de conocida lealtad. El segundo del CMT era el general Djimadoum Tiraïna, jefe adjunto del Estado Mayor. El vacío de poder fue cubierto en violación de las previsiones legales: según el artículo 81 de la ahora suspendida Constitución, en caso de vacancia en la Presidencia de la República, las funciones —con ciertas limitaciones— de la jefatura del Estado pasarían provisionalmente al presidente de la Asamblea Nacional, quien tendría que convocar elecciones presidenciales en un plazo comprendido entre los 45 y los 90 días. En cuanto a los comicios legislativos previstos para octubre, quedaban cancelados.
                     

El 21 de abril el CMT decidió mantener en sus puestos a los ministros del Gobierno, hasta el nombramiento de un Gabinete de transición. El 26 de abril fue nombrado primer ministro Albert Pahimi Padacké, el reciente candidato presidencial frente a Déby padre y quien ya se había desempeñado como primer ministro entre 2016 y 2018, cuando el cargo fue abolido al entrar en vigor la nueva Constitución y el sistema presidencialista reforzado. Con rapidez también, se convocó el Marco Nacional para el Diálogo Político (CNDP), una instancia de interlocución con la sociedad civil ya creada por el anterior mandatario, y se emitió una Carta de Transición, que definía como órganos rectores de esta fase temporal al CMT, el Consejo Nacional de Transición (CNT, con 93 miembros designados por el presidente del CMT, es decir, Déby) y el Gobierno de Transición.

CONSECUENCIAS
Marcando el contraste con los golpes de Sudán y Malí y los posteriores de Guinea y Burkina Faso, la ruptura constitucional en Chad, todo un autogolpe del régimen, no acarreó la suspensión de la Unión Africana, que valoró lo sucedido en clave de proceso interno en circunstancias de emergencia nacional bastante excepcionales. En los primeros momentos no hubo de hecho condena internacional; al contrario, las reacciones fueron de apoyo. El 23 de abril, en los solemnes funerales de Estado en N'Djamena, el nuevo líder recibió los espaldarazos del presidente francés Macron y del alto representante europeo Borrell, que destacaron el valor de Chad como baluarte de la seguridad en esta parte del continente. "Nuestro objetivo es defender la integridad del territorio y evitar que el país se hunda en el abismo de la desestabilización y la nada", aseguró entonces a sus huéspedes Déby; el CMT, añadió, trabajaría "para consolidar la democracia, asegurar la paz y garantizar la seguridad".

El general Déby impuso un régimen militar que orillaba al componente civil del partido hegemónico fundado por su padre, el Movimiento Patriótico de Salvación (MPS), y actuó sin contemplaciones contra la doble oposición que le rechazaba: en el frente interno civil, sofocó (causando más de una decena de muertos, violencias sí condenadas por París) y prohibió las manifestaciones que, al hilo de las convocadas contra la reelección de Idriss Déby y desafiando el toque de queda, denunciaban la sucesión paterno-filial en la Presidencia con desprecio de la legalidad; y en el frente de la guerra, las tropas bajo su mando desbarataron con éxito la agresión del FACT, diezmado y puesto a la fuga para el 9 de mayo. Meses después, Déby accedió a abrir conversaciones con el FACT, proceso que alumbró una amnistía para cientos de guerrilleros presos y que se amplió con la incorporación a una mesa de diálogo en Doha del MDJT, la UFDD, el CCMSR y otras organizaciones rebeldes de mayor o menor peso. El 7 de agosto de 2022 el Estado chadiano firmó en la capital qatarí un acuerdo de reconciliación con 42 de los 47 grupos opositores representados en Doha; el FACT, liderado por Mahamat Mahdi Ali, fue uno de los que prefirió quedarse fuera. Por otro lado, cabecillas opositores acusados de instigar manifestaciones contra el CMT y contra la presencia militar francesa en el país fueron arrestados y condenados.

Sin despegarse de su estilo parco pero proyectando inteligencia y solidez, Déby nombró el 24 de septiembre de 2021 a los 93 miembros del CNT, un tercio de los cuales eran mujeres. El remedo de Parlamento echó a andar en octubre, pero luego Déby tomó nota de las débiles presiones exteriores e incumplió su promesa de celebrar elecciones "libres y democráticas" en 18 meses. El diálogo político que debía preceder las votaciones y que estaba abierto a los insurgentes del proceso de Doha arrancó oficialmente el 20 de agosto de 2022 con el boicot de sectores destacados de la oposición y la sociedad civil.

El 1 de octubre de ese año, el foro conocido como Diálogo Nacional Inclusivo y Soberano (DNIS), integrado por 1.500 delegados que en su mayoría eran miembros del MPS, concluyó sus sesiones con tres resoluciones adoptadas "por consenso" y que suponían todo un desaire a los socios internacionales: se prorrogaba la transición otros 24 meses con efecto inmediato, lo que entrañaba retrasar las elecciones hasta octubre de 2024, se confirmaba a Déby en el poder hasta entonces y, de paso, se le habilitaba para presentarse candidato a la Presidencia. El 10 de octubre siguiente Déby prestó juramento como presidente de transición por esos dos años extra y dos días después Saleh Kebzabo, jefe del partido Unión Nacional por la Democracia y la Renovación (UNDR), era nombrado primer ministro en sucesión del dimitido Padacké.

En el tiempo transcurrido desde entonces, el líder chadiano ha tomado medidas muy drásticas contra la oposición desafecta (suspensión de partidos, asalto y saqueo de locales políticos, represión brutal de manifestantes con el resultado de decenas de muertos —cientos según la oposición—, algunos infligidos a las fuerzas del orden) y ha acusado a quienes le repudian en la calle de buscar la "insurrección para sembrar el caos" con el apoyo de "grupos terroristas" y "poderes extranjeros". La jornada más sangrienta de la represión fue el 20 de octubre de 2022, fecha en que se cumplían los 18 meses de la transición inicialmente anunciada.

En relación con el golpe militar de julio de 2023 en Níger, Déby ha dejado claro que Chad no participará en una eventual intervención militar de la CEDEAO (Chad no pertenece al bloque) para expulsar a la junta que detenta el poder en el país vecino. Días después del golpe, Déby, llevando un mandato de la organización regional, se desplazó a Niamey para hablar con los militares y con el presidente civil depuesto, Mohamed Bazoum. Semanas más tarde, el líder chadiano recibió al primer ministro nombrado por la junta nigerina, Ali Lamine Zeine.

IDRISS DÉBY (1952-2021)

© Unión Europea
   
Para sus partidarios, el presidente-mariscal Idriss Déby Itno tuvo en abril de 2021 una muerte heroica, al resultar fatalmente herido por el enemigo mientras comandaba sobre el terreno las operaciones del Ejército Nacional Chadiano contra la ofensiva insurgente del FACT. El magnicidio sucedió tan solo nueve días después de ganar Déby, de 68 años, su quinta reelección consecutiva, realizada en un marco pluralista y competitivo pero en realidad de tintes plebiscitarios. A lo largo de tres décadas, Déby, antiguo coronel sublevado que en 1990 derrocó al dictador Hissène Habré por la vía guerrillera, estableció un régimen altamente autoritario, represivo y corrupto. En este largo período de tiempo, correspondiente a la mitad del transcurrido desde la independencia, la nación sahelo-sahariana registró un desarrollo humano decepcionante. Sin embargo, el musulmán Déby eludió la censura de las potencias occidentales y de Francia en particular por su enérgica y eficaz implicación en la lucha regional contra el yihadismo, convirtiéndose en el pilar africano de la Operación Barkhane, en el centurión de la fuerza militar del G5 del Sahel y en un aliado clave contra Boko Haram en torno al Lago Chad. El líder chadiano, maestro de la supervivencia política, se impuso a numerosas subversiones armadas (la de 2005-2010 alcanzó niveles de guerra civil) e intentonas golpistas, y su belicosidad le empujó a mandar a sus tropas a aventuras expedicionarias en los conflictos de la República Democrática del Congo y la República Centroafricana, además de prestar auxilio antiterrorista a Malí, Níger, Camerún y Nigeria (Idriss Déby en BLP CIDOB).

MAHAMAT IDRISS DÉBY (1980-)

© AFP/Brahim Adji
   
En el momento de hacerse con todo el poder en Chad para suplir a su padre muerto, el joven (37 años) teniente general Mahamat Idriss Déby Itno, retoño aventajado de una élite guerrera, era una figura descollante en la escena nacional, aunque esquiva a los medios y poco conocida por el público. Apodado Kaka, su perfil respondía al de un soldado profesional consagrado a la milicia a las órdenes de su progenitor. Estaba habituado a mandar tropas en el combate a campo abierto, en casa y en el extranjero, pero su experiencia en los asuntos civiles del Estado era nula. Antes de 2021, Déby hijo, ascendido a general de división con solo 31 años y a general de cuerpo de ejército de cuatro estrellas a los 34, ya tenía una hoja de servicios bastante espectacular. Comandó las FATIM, el contingente expedicionario chadiano que desde 2013 persiguió al yihadismo saheliano en Malí codo a codo con los ejércitos francés y maliense, y luego condujo la Dirección General del Servicio de Seguridad de Instituciones del Estado (DGSSIE), después de dirigir una serie de misiones en sus filas. Su hermano mayor, Brahim Déby, fue asesinado en oscuras circunstancias en París en 2007. Hay pocas dudas de que al término de una transición manchada por el autoritarismo y la violencia, Déby, al que los panegíricos oficiales describen como un "oficial dotado y patriota", "encarnación del dinamismo de un ejército que es el orgullo de África" y el hombre "capaz de liderar los destinos del país", se presentará a las elecciones presidenciales para continuar la férula familiar, más cuando el llamado Diálogo Nacional Inclusivo y Soberano le habilitó para ello (Mahamat Idriss Déby en BLP CIDOB).


GUINEA

ANTECEDENTES Y CONTEXTO
La espoleta del golpe de septiembre de 2021 se remonta a las traumáticas elecciones presidenciales del 18 de octubre de 2020, que con el 59,5% de los votos confirieron el tercer mandato a Alpha Condé, en la Presidencia guineana desde el 21 de diciembre de 2010. Los ánimos ya estaban caldeados porque meses atrás Condé había moldeado la ley suprema a la medida de sus ambiciones recurriendo a un referéndum constitucional que suscitó el boicot general de la oposición, aglutinada como Frente Nacional para la Defensa de la Constitución (FNDC).

El punto clave de la reforma, la implantación del mandato presidencial de seis años susceptible de renovación una sola vez —lo que invitaba a Condé, en una maniobra abusiva clásica, a interpretar que sus dos primeros ejercicios de cinco años no contaban para el límite legal—, fue inserto en un paquete de enmiendas diversas de signo marcadamente progresista y concebidas para la ocasión; entre otras, la prohibición de la mutilación genital femenina, la proscripción de los matrimonios forzosos y de niñas, la equiparación de los derechos de las esposas y los maridos en los divorcios, y la educación obligatoria y gratuita hasta los 16 años. Según el Gobierno, el 89,7% del 58,2% de electores que habían ido a votar se pronunciaron por el . El mismo día, 22 de marzo, tuvieron lugar los comicios a la Asamblea Nacional, ampliamente favorables al partido del oficialismo, el Reagrupamiento del Pueblo Guineano (RPG, miembro de la Internacional Socialista), merced al boicot de los partidos del FNDC. Las protestas masivas y la represión policial, responsable ya de la muerte de más de 40 manifestantes antes del referéndum de marzo, dominaron la escena guineana hasta la nueva cita con las urnas. En las violencias políticas se advirtió además un matiz etnicista.                      

Ahora, el principal contrincante de Condé, Cellou Dalein Diallo, antiguo primer ministro y líder de la Unión de Fuerzas Democráticas de Guinea (UFDG), al que la autoridad electoral otorgaba el 33,5% de los votos, denunció un fraude masivo en favor de Condé y se atribuyó la victoria, prendiendo la mecha de una nueva secuencia de disturbios civiles y violencia policial que dejó otra docena de víctimas mortales. El 7 de noviembre el Tribunal Constitucional rechazó las apelaciones de Diallo y otros tres candidatos, y el 15 de diciembre Condé, imperturbable, prestó juramento de su nuevo mandato.

A lo largo de 2021, el Gobierno de Condé, al cabo de una década de notable despegue económico y tasas de crecimiento récord gracias a los acuerdos de inversión minera suscritos con empresas chinas, enfrentó más desafección popular por el encarecimiento de la canasta básica. En todo este tiempo de bonanza macroeconómica (un cuadro de números en verde inadvertido por el bolsillo de los ciudadanos) y deterioro político, Guinea no consiguió que los mayores ingresos por la exportación de bauxita y otros minerales compensaran el déficit agudo de la producción de alimentos, por lo que seguía siendo un importador neto de cereales. A la escasez y encarecimiento del pan se solapaban los efectos de la COVID-19, que sometía al frágil sistema de salud guineano a un estrés comparable al de la epidemia de ébola de 2014-2016, y, desde agosto de 2021, unos aumentos de impuestos y de los precios de los combustibles que el Gobierno introdujo para intentar ajustar los presupuestos en el marco de la facilidad crediticia del FMI. Los recortes del Estado no afectaban a los gastos corrientes de las instituciones políticas de la República (al contrario, la Presidencia y la Asamblea vieron incrementadas sus partidas presupuestarias), pero sí a las Fuerzas Armadas.

Al parecer, el coronel Doumbouya, desde su cuartel en la localidad de Forecariah, había iniciado una serie de movimientos para hacer de su Grupo de Fuerzas Especiales (GFS), dotado de un fuerte esprit de corps, una unidad menos dependiente del Ministerio de Defensa. Esto debió de poner en guardia a sus superiores, y ya en mayo de 2021 corrieron rumores de que el oficial podía ser arrestado.

EL GOLPE
En la mañana del 5 de septiembre de 2021 los soldados a las órdenes del coronel Mamady Doumbouya asaltaron el Palacio de Sékhoutouréya y, tras un breve intercambio de disparos con los guardias, capturaron al presidente Condé, luego exhibido ante las cámaras pero sin dispensarle mal trato. Mientras el mandatario derribado se negaba a firmar su dimisión, Doumbouya apareció para anunciar la disolución del Gobierno del primer ministro Ibrahima Kassory Fofana y de la Asamblea Nacional, la suspensión de la Constitución promulgada el año anterior, el cierre de las fronteras y la creación de una junta denominada Comité Nacional de Reagrupamiento y Desarrollo (CNRD), por él presidido. "Si el pueblo es aplastado por sus propias élites, corresponde al Ejército darle su libertad", añadió. La caída de Condé generó reacciones de alborozo en las calles de Conakry y declaraciones condescendientes del FNDC y los partidos de la oposición.

Al día siguiente, Doumbouya aludió a la próxima formación de un "Gobierno de unidad nacional" para conducir el país durante un "período de transición" que no especificó. El golpista expuso el habitual argumentario, entre patriótico y salvífico, de las juntas golpistas africanas que irrumpen en momentos de crisis: la intervención del Ejército era necesaria para detener una funesta deriva nacional de escaseces, corrupción, abusos políticos y mal gobierno. En su primera alocución grabada en video y distribuida a los medios, Doumbouya instaba a la unidad de todos los miembros de las Fuerzas Armadas Guineanas para "satisfacer las legítimas aspiraciones del pueblo" y justificaba su toma del poder con estas palabras: "La situación sociopolítica y económica del país, la disfunción de las instituciones republicanas, la instrumentalización de la justicia, el atropello de los derechos de los ciudadanos, la falta de respeto de los principios democráticos, la politización excesiva de la administración pública, la mala gestión financiera, la pobreza y la corrupción endémicas han llevado al Ejército republicano de Guinea, a través del CNRD, a asumir sus responsabilidades frente al pueblo soberano de Guinea en su totalidad".

CONSECUENCIAS
El 8 de septiembre la CEDEAO suspendió a Guinea y ocho días después impuso un primer paquete de sanciones a la junta. La UA también suspendió al país el 10 de septiembre. Llamó la atención la condena, además de por Francia, la UE y Estados Unidos, de China, potencia con fuertes intereses económicos (minería de bauxita) en Guinea y que vio dispararse la cotización del aluminio en sus mercados. Ahora bien, los golpistas precisaron que todos los compromisos internacionales y contratos de inversión y comercio seguían vigentes.

El 17 de septiembre Doumbouya se autoproclamó presidente de la República y diez días después los militares presentaron una Carta de Transición. La misma designaba al coronel jefe del Estado a la vez que presidente del CNRD, junta que seguía funcionando, y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, y establecía la formación de un Gobierno dirigido por un primer ministro civil y de un Consejo Nacional de Transición (CNT), cuerpo legislativo de 81 miembros. La misión del CNT, cuyos asientos estaban abiertos a los partidos políticos y demás actores de la sociedad civil pero vetados para los miembros del anterior régimen, era elaborar una nueva Constitución, sucesora que sería de los textos de 1958, 1982, 1991, 2010 y 2020. La Carta no aclaraba cuánto iba a durar la transición ni cuándo serían las próximas elecciones "libres, democráticas y transparentes", aunque acotaba que ningún integrante del CNRD, el Gobierno y el CNT podría presentarse a las mismas. Sobre el papel, el principal afectado por esta proscripción era el nuevo hombre fuerte de Guinea. La duración de la transición, señalaba el documento, se fijaría "de mutuo acuerdo entre las fuerzas vitales de la nación", aserto que los hechos se iban a encargar de desmentir.

El 1 de octubre de 2021 Doumbouya, en uniforme de gala y con sus características gafas ahumadas, prestó juramento como presidente de transición, en una solemne ceremonia donde habló de "refundar el Estado" a través de una nueva Constitución. Tampoco esta vez mencionó fechas, ignorando de nuevo las presiones internacionales. El 6 de octubre fue anunciado el nombramiento para el puesto de primer ministro de Mohamed Béavogui, un veterano funcionario internacional del área del desarrollo y sin nexos partidistas.

El régimen militar de Doumbouya, consolidado desde el primer momento, ha encontrado una actitud más bien tibia de la CEDEAO (a diferencia de la reacción beligerante del bloque frente al golpe en Níger en 2023), y su compromiso con el establecimiento del gobierno constitucional y la democracia choca con su intolerancia ante cualquier muestra de disidencia. Ello solivianta al frente civil, el cual desconfía también del personalismo del coronel, que cultiva una imagen carismática con toques de efecto.

El 22 de enero de 2022 la junta nombró al CNT pseudoparlamentario, con el doctor Kanso Kourouma de presidente, y por un tiempo siguió dando largas a la CEDEAO y el FNDC, que demandaban el retorno de una autoridad electa a corto plazo. El 30 de abril de 2022, por fin, Doumbouya se decantó por una transición de 39 meses, período que le parecía una fórmula intermedia entre el mínimo de 18 meses y el máximo de 52 recomendados por un foro de consultas convocado por el CNT y que recibió el boicot de los principales partidos. La CEDEAO rechazó el calendario, que implicaba elecciones para últimos de 2024, pero no impuso sanciones adicionales. En agosto, la junta reemplazó a Mohamed Béavogui por Bernard Gomou en el puesto de primer ministro.

El 21 de octubre Doumbouya, tras nuevas discusiones con la CEDEAO, precisó que el retorno del gobierno civil en el plazo de dos años empezaría a contar desde el 1 de enero de 2023. Repitió además que ni él ni ningún otro miembro del CNRD y las instituciones transitorias serían candidatos. Avanzado 2023, la junta enfrentó manifestaciones de protesta, convocadas por el colectivo sociopolítico Fuerzas Vivas de Guinea (FVG) en desafío de la prohibición impuesta, que han ido ganando contundencia. Los soldados responden a los disturbios con una cruda represión, provocando víctimas, y ahora las autoridades amenazan con aplicar a los revoltosos la legislación antiterrorista, que contempla la pena de cadena perpetua.

De cara al exterior, Doumbouya viene expresando la solidaridad golpista y compartiendo narrativa anti-establishment con sus colegas de Malí (sobre todo) y Burkina Faso, aunque a diferencia de ellos no ha abierto un enfrentamiento con Francia ni ha reaccionado con agresividad a la amenaza de la CEDEAO de neutralizar por la fuerza a la junta que en julio de 2023 se hizo con el poder en Níger. Tampoco se constata la presencia de los mercenarios rusos de Wagner en Guinea, donde el Estado no enfrenta una subversión interna. Además de al coronel maliense Assimi Goïta, Doumbouya ha visitado al presidente rwandés Paul Kagame, al que describe como "modelo" a seguir en materia de "reconciliación nacional".

ALPHA CONDÉ (1938-)

© Alpha Condé/Flickr
   
Durante décadas, ...
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