Rússia, 9-V: un Diada sacralitzada de culte militar
El presidente ruso comparó ayer ese hecho histórico con su actual campaña militar en Ucrania. “Estáis luchando por la patria, para que nadie olvide las lecciones de la Gran Guerra Patria, para que en el mundo no haya sitio para verdugos, represores y nazis”, dijo Putin dirigiéndose al ejército ruso y a los milicianos prorrusos del Donbass durante su discurso en la plaza Roja, antes de la tradicional parada militar.
Este desfile anual es el momento culminante del Día de la Victoria y de una identidad nacional que hunde sus raíces en los tiempos soviéticos, pero que se ha ido formando en las últimas décadas y hoy ha llegado a ser en Rusia mucho más que una religión.
Vladímir Putin aprovechó la fiesta grande del patriotismo ruso para justificar la “operación especial militar” en Ucrania, como él mismo la llamó cuando envió al país vecino a las fuerzas armadas el pasado 24 de febrero.
El jefe del Kremlin aseguró que la OTAN estaba llevando a cabo un despliegue militar “cerca de nuestras fronteras”. Según él, “preparando una operación de castigo en el Donbass, una invasión de nuestros territorios históricos, incluida Crimea”, la península del mar Negro que Rusia se anexionó en el 2014 y que la comunidad occidental sigue considerando parte integrante del territorio de Ucrania.
Según el mandatario ruso, todo apuntaba a “una confrontación inevitable con los neonazis de Bandera”, en referencia a los seguidores del líder colaboracionista ucraniano de la Alemania de Hitler Stepán Bandera.
El 9 de mayo se convirtió en fiesta nacional en 1965, en la época de Leonid Brézhnev, para legitimar el sistema soviético y subrayar el liderazgo del Partido Comunista en la victoria contra Hitler en 1945.
A falta de fuertes cimientos ideológicos que sustenten el sistema político actual, los estrategas del Kremlin encontraron en el Día de la Victoria la esencia del patriotismo ruso y lo han convertido poco a poco en una especie de culto, donde la fe gana a la razón. El hecho de que casi cada familia tenga antepasados que defendieron el país de la invasión alemana, o que perdieron la vida (27 millones de ciudadanos soviéticos murieron), facilita que esta fecha tenga muchísimos seguidores. Tras el desfile militar, que se organizó en 28 ciudades rusas, ayer se celebró también la marcha del Regimiento inmortal , en el que miles de personas asisten con retratos de sus familiares-héroes. En Moscú ayer hubo más de un millón de asistentes, incluido el propio Putin, que portó una foto de su padre. Otro millón se reunió en San Petersburgo.
El Kremlin halló en la victoria la esencia del patriotismo ruso, convirtiéndolo en una especie de culto
Esto ha permitido simplificar los hechos históricos. No es necesario, por ejemplo, explicar qué ideología tenían los nazis, o qué llevó al Tercer Reich a entrar en guerra con casi toda Europa y a llevar a cabo el Holocausto. Lo fundamental es que atacaron a Rusia, atacaron la Patria.
En este sentido, cualquier acontecimiento o explicación ligado a ese hecho será bien acogido por la opinión pública. “Las tropas rusas (en Ucrania) están completando la batalla que nuestros padres, abuelos y bisabuelos libraron contra el nazismo”, dijo el 5 de mayo Serguéi Kirienko, vicejefe de la Administración Presidencial rusa en una intervención en televisión desde la recientemente capturada Mariúpol.
En el 2015, el entonces ministro de Cultura ruso, Vladímir Medinski, que hoy dirige la delegación rusa en las negociaciones de paz con Ucrania, criticó a los historiadores que intentaban probar que varios mitos soviéticos sobre la guerra se habían inventado. “Debemos verlos de la misma manera que a los santos en la Iglesia”, afirmó.
Con el ensalzamiento de la victoria, para la sociedad rusa pierden parte de su importancia acontecimientos negativos sucedidos en otros momentos del siglo XX. A pesar del Gran Terror o el Gulag, según una encuesta del Centro Levada del 2019, un 70% de los rusos sostenía que Iósif Stalin, al frente de la URSS durante la guerra, hizo más bien que mal al país.
La idea de la victoria de 1945 engarza a la perfección con uno de los objetivos que siempre ha tenido Putin: recuperar la influencia que Moscú tuvo durante la guerra fría y que perdió con la desintegración de la Unión Soviética en 1991.
Desde su atril de la plaza Roja, el presidente ruso aseguró que Rusia es hoy “fuerte” y que por eso no se ha plegado a las exigencias de Estados Unidos y la OTAN. Tras el fin de la URSS, EE.UU. apostó por su exclusividad, convirtiendo a todo el mundo en su satélite, acusó Putin. “Pero nosotros somos otro país”, aseguró.
“EE.UU. quería convertir a todo el mundo en su satélite”, pero nosotros “somos otro país”, dice Putin
A pesar de las diferencias en las relaciones internacionales, “Rusia siempre ha abogado por la creación de un sistema de seguridad igual e indivisible”, dijo Putin. El mandatario precisó que dicho sistema es vital para toda la comunidad mundial antes de ver desfilar por la plaza Roja a 11.000 militares y 131 unidades de armas y equipos militares .
El año pasado, Moscú exigió garantías de seguridad a la OTAN, lo que incluía renunciar a expandirse hacia el este y a incorporar en su seno a exrepúblicas soviéticas, argumentando que la ampliación de la Alianza constituye un peligro de seguridad para Rusia.
Los contactos entre Moscú y los países occidentales no llegaron a buen puerto. La OTAN se negó a escuchar, dijo ayer Putin. Según él, Occidente tenía “otros planes” agresivos contra Rusia. Sin mencionar ni una sola vez a Ucrania, aseguró que la campaña militar en el país vecino “fue una decisión obligada”, tomada por un “país fuerte, soberano e independiente”. Rusia había “rechazado preventivamente al agresor”, afirmó.