guerra paral·lela entre les esglèsies ortodoxes

 

El ahora patriarca de Moscú, Kiril I, se encontraba en Roma en septiembre de 1978 cuando su gran maestro, el metropolita Nicodemo de Leningrado se desplomó de un colapso cardíaco en una audiencia con Juan Pablo I, el Papa que poco después también hallaría la muerte tras guiar a la Iglesia católica durante solo 33 días.

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Nicodemo de Leningrado fue el hombre que más enseñó a Kiril, quien como su discípulo predilecto le había acompañado para acudir en representación del patriarca ruso Pimen a los funerales de Pablo VI y a la misa de inauguración de Juan Pablo I. También fue el único observador ortodoxo ruso en el Concilio Vaticano II, con el sueño de acercar las Iglesias.

El líder de la Iglesia ortodoxa rusa era visto como un modernizador que favorecería el diálogo con el Vaticano

Cuando Kiril fue elegido nuevo líder de los ortodoxos rusos, en el 2009 tras el fallecimiento de Alexis II, era considerado un eclesiástico aperturista y reformista que se impuso con claridad a un rival conservador. Algunos cronistas occidentales le definían como un representante del ala liberal de los ortodoxos, y un modernizador que iba a favorecer el diálogo con el Vaticano. Era también visto como un gran orador, tras haber protagonizado retransmisiones televisivas de gran éxito en los noventa.

Trece años después, la narrativa ha cambiado sustancialmente. Hoy el patriarca de Moscú no solo justifica la invasión en Ucrania como una guerra santa frente a los valores inmorales de Occidente –citando los desfiles gays–, sino que hasta ha llegado a referirse a los oponentes ucranianos como las “fuerzas del mal” y a decir, esta semana, que sus fieles están combatiendo al anticristo. Es, a todos los efectos, la legitimación espiritual de la invasión del Kremlin, lo que ha llevado a que parte de la Iglesia ortodoxa ucraniana que depende del patriarcado de Moscú haya iniciado una rebelión contra su persona.

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El desgarro de los ortodoxos

María-Paz López MOSCOW, RUSSIA - JULY 27: Russian Orthodox Patriarch Kirill (L) and President Vladimir Putin (R) are seen visiting the restored St. Vladimir Equal-to-the-Apostles Church under the Moscow Eparchial House. Restoration of the eparchial house and the church has been conducted to celebrate 1000th anniversary of the repose of the Holy Equal-to-the-Apostles Great Prince Vladimir. (Photo by Sasha Mordovets/Getty Images)

“Fue más cercano a los liberales en su juventud, pero se ha tenido que radicalizar, en parte por un camino personal y en parte por la presión de la política y de la Iglesia rusa”, explica el sacerdote italiano Stefano Caprio, quien le conoce bien. Fue su chófer en las varias ocasiones en las que visitaba Roma, acompañándole a restaurantes y cervecerías. Caprio le define como una persona culta y activa que ha reorganizado el patriarcado en una especie de curia romana.

También irascible: nombra a muchos obispos jóvenes, y cuando no han hecho lo que deseaba, les destituye rápidamente. Famosa es su pasión por el lujo. Es llamado el oligarca de los eclesiásticos después que la Iglesia ortodoxa rusa retocara una imagen para borrar de su muñeca un reloj de 30.000 dólares.

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Anna Buj El mundo ortodoxo arrincona a Kiril por su bendición a la guerra de Putin

La relación entre Vladímir Putin y el patriarca de Moscú –y de “todas las Rusias”– escaló rápidamente cuando el presidente ruso empezó a potenciar a la Iglesia ortodoxa como una arma ideológica. Kiril, que entiende que su misión es devolver la gloria a una institución perseguida durante la etapa soviética, comparte con el político la visión del Russkiy Mir , el “mundo ruso” que asocia partes de la antigua URSS con la unidad religiosa.

El patriarca defiende la versión histórica que considera que muchos países de la órbita soviética forman parte de un mismo pueblo nacido del bautismo en Kyiv de Vladímir I, gran príncipe de Kyiv, en el año 988 d.C. Tampoco ha dudado en alabar a Putin como un “milagro de Dios”, mientras el mandatario convertía a Rusia en un bastión de la moral conservadora cristiana, contra el feminismo o los derechos del colectivo LGBTI. Cuando las integrantes del grupo punk ruso Pussy Riot cantaron en una catedral ortodoxa, Kiril dijo que el “ultraje” formaba parte de la peor campaña anticlerical desde la caída del comunismo.

El primado nació en la entonces Leningrado en 1946 bajo el nombre de Vladímir Mijáilovich Gundiáyev, como heredero de una Iglesia amenazada desde la revolución de octubre hasta la caída del bloque soviético. Su padre y su abuelo fueron clérigos ortodoxos, y el segundo murió en un gulag. Fue designado obispo con solamente 29 años bajo el paraguas de Nicodemo. Su rápida proyección le llevó a liderar el departamento del patriarcado de Moscú para las relaciones con otras iglesias. Incluso prologó un libro de Benedicto XVI. En el 2016, se convirtió en el primer líder de los ortodoxos rusos en reunirse con un Pontífice con la cita histórico con Francisco en La Habana. Pronto podrían volver a verse en Líbano. El Vaticano es consciente que, para llegar a Putin, antes debe negociar con su brazo religioso.

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La guerra que azota Ucrania por decisión de la Rusia de Vladímir Putin se cobra vidas y produce destrucción y sufrimiento y, como todas las guerras, tendrá efectos colaterales. Uno de ellos se libra en el ámbito religioso, con el desgarro que asoma en el cristianismo ortodoxo por la actitud del patriarca de Moscú, Kiril I, que bendice en sus prédicas la invasión rusa, en una réplica escandalosa de la ideología del Kremlin. Para los ucranianos supone una afrenta en tanto que, por razones históricas, buena parte de sus parroquias dependen del Patriarcado de Moscú. Algunas han dejado de mencionarle durante la divina liturgia.

Kiril ha calificado el ataque ruso de intervención contra “las fuerzas del mal que luchan contra la unidad histórica entre Moscú y Kvyv”, y el domingo 6 de marzo dedicó su sermón a “los supuestos valores propuestos hoy día por quienes aspiran al poder mundial”, cuyo símbolo sería, según él, el desfile del Orgullo Gay, que formaría parte de un plan occidental para minar la sociedad rusa. El día 9, Kiril predicó que rusos y ucranianos son “un solo pueblo” que malvados actores externos buscan dividir.

En Ucrania, por razones históricas, buena parte de las parroquias ortodoxas dependen del Patriarcado de Moscú

El decimosexto patriarca de Moscú y de todas las Rusias (ese es su título), entronizado en el 2009, abraza una teoría de choque de civilizaciones: por un lado el Russkiy Mir (mundo ruso), ortodoxo, tradicional y nacionalista; y por el otro un Occidente moralmente pervertido y en perpetuo complot contra Rusia. Putin siempre ha visto a los popes como un brazo más de su plan post-soviético de reconstrucción del Russkiy Mir , y a Ucrania como clave en el tablero de influencia rusa, en lo geopolítico y en lo georreligioso. En la capital de Ucrania existió entre los siglos IX ­­y XIII la Rus de Kvyv, estado medieval ortodoxo considerado el ancestro común de Rusia, Ucrania y Bielorrusia.

Las frustraciones que el fin de la Unión Soviética provocó en muchos ámbitos de Rusia están también ahí. Hace ocho años entrevisté en Barcelona a Hilarion, metropolita de Volokolamsk, en la región de Moscú. En la entrevista (16/IV/2014), realizada apenas un mes después de la anexión rusa de Crimea, se aprecia el resentimiento acumulado desde el fin de la guerra fría en 1989-1990. “Ahora ha cambiado el paradigma de las relaciones entre Occidente y Rusia”, decía Hilarion, quien acusó a Occidente de “utilizar con Rusia el lenguaje del ultimátum”.

Consecuencias de esta guerra podrían ser la salida definitiva de los ortodo­xos ucranianos de la órbita de Moscú, y el fortalecimiento del Patriarcado de Constantinopla como ancla de la ortodoxia europeísta

La fractura en la ortodoxia –en el mundo hay unos 260 millones de ortodoxos– va más allá de Ucrania. En otros países, algunas comunidades ortodoxas dependientes del Patriarcado de Moscú se cuestionan ese vínculo. La parroquia de San Nicolás de Myra, en Ámsterdam, ha pedido ser admitida en el política y económicamente más frágil Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, visto por Moscú como un rival. Fue precisamente el patriarca Bartolomé I quien con su manto canónico avaló desde Estambul en el 2019 a la Iglesia ortodoxa del Patriarcado de Kvyv, surgida tras la independencia de 1991 y que ha ido amasando parroquias y fieles en Ucrania en abierta competencia con el Patriarcado de Moscú.

Con tres siglos de dominio, Moscú partía con ventaja, teniendo entre sus perlas el Pechersk Lavra de Kvyv, monasterio junto al río Dniéper en cuyas cuevas subterrá­neas moran y rezan medio centenar de monjes. Lo visité en el 2012 y en el 2017 –es decir, antes y después del Euromaidán–, y ambas veces los monjes se mostraron prorrusos a las claras.

Existe una tercera Iglesia ortodoxa ucraniana autocéfala, más pequeña, y está también la Iglesia grecocatólica, obediente a Roma. Consecuencias de esta guerra podrían ser la salida definitiva de los ortodo­xos ucranianos de la órbita de Moscú, y el fortalecimiento del Patriarcado de Constantinopla como ancla de la ortodoxia europeísta.

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El patriarca de Moscú –y de “todas las Rusias”– es una pieza fundamental de la cosmovisión del presidente Putin. Comparten la lectura del “mundo ruso” que asocia partes de la antigua Unión Soviética con la unidad religiosa. “Kiril inventó un espacio de uniformidad eclesial fuera de Rusia pero vinculada a Moscú. Esto le ha sido muy útil a Putin para reabrir el sueño de una Rusia imperial”, explica el sacerdote italiano y periodista religioso Lorenzo Prezzi. Aunque ha pedido a los militares que minimicen las muertes de civiles, el primado se ha referido a los que se oponen a la unidad histórica de Rusia y Ucrania como “fuerzas del diablo”.

Esta bendición por parte del patriarcado moscovita ha generado una rebelión en el mundo ortodoxo, tanto dentro de Rusia como en otras partes del mundo. Casi 300 clérigos ortodoxos rusos han firmado una carta contra la guerra en el país vecino, mientras en Ámsterdam una iglesia ortodoxa rusa ha anunciado que ha roto con el patriarcado de Moscú. Hay un comunicado conjunto de condena de varios teólogos ortodoxos de instituciones como la universidad Fordham de Nueva York y la academia Volos de Grecia. Y, en Ucrania, muchas de las diócesis de la Iglesia ortodoxa ucraniana del Patriarcado de Moscú, bajo la órbita de Kiril, se están rebelando contra él. Unas 18 han dejado de mencionar su nombre durante sus liturgias. Su líder, Onufriy, el patriarca ortodoxo de Kyiv, ha dicho que “no hay excusa para aquellos que inician guerras”. La diócesis de Lviv le pide que rompa los lazos religiosos con Moscú y compara a Putin con el bíblico Caín, asesino de su hermano. El metropolita Evlogy de la diócesis de Suni, en el este de Ucrania, anunció que dejarían de honrarle por las exigencias de sus fieles, que “no quieren escuchar más el nombre de Kiril en sus templos”.

Algunas diócesis ucranianas fieles a Moscú han dejado de mencionar a Kiril en sus liturgias

“Le conozco personalmente y sé que lo vive con gran malestar primero, porque no puede estar de acuerdo como otros dirigentes. Recibió muchas presiones. Y sobre todo, porque perder a la Iglesia ucraniana significaría perder a millones de fieles”, cuenta el sacerdote italiano Stefano Caprio, experto en Rusia del Pontificio Instituto Oriental.

Alrededor de 100 de los 260 millones de cristianos ortodoxos en el mundo se encuentran en Rusia, mientras otros de ellos siguen manteniendo relaciones con Moscú. Los creyentes ortodoxos en Ucrania están divididos entre la Iglesia ortodoxa ucraniana del Patriarcado de Moscú, autónoma pero bajo la influencia de Kiril (unos 10 millones); la Iglesia ortodoxa autocéfala ucraniana, independiente (entre 7 y 8 millones); y otras iglesias ortodoxas. La gran división se produjo en el 2018, cuando el patriarcado de Constantinopla, que tiene menos fieles pero mantiene la autoridad moral, reconoció a la Iglesia de Ucrania como independiente del patriarca de Moscú rompiendo con tres siglos de subordinación a Rusia. Entonces Petró Poroshenko estaba en plena campaña para que la Iglesia ucraniana se liberara de una de las grandes formas de poder blando del Kremlin. La Iglesia ortodoxa vinculada a Moscú se encuentra mayoritariamente en la parte oriental del país y la autocéfala en la occidental, pero las divisiones son muy porosas y es muy habitual que miembros de la misma familia formen parte de ramas diferentes. Otros ni saben a cuál pertenecen y acuden al clérigo que les gusta más.

“Ucrania es un país muy religioso, donde más del 30% de la población va a la iglesia. La frecuencia en Rusia es bajísima, entre el 3 y el 5% de la población. Por lo tanto, si Rusia pierde a la Iglesia ucraniana perdería una parte muy importante”, señala Caprio. Además, para Kiril Ucrania es de una relevancia simbólica, el lugar donde Vladímir I, gran príncipe de Kyiv, se convirtió al cristianismo en el año 988 d.C. Tanto que, según la agencia Tass, en el 2019 comparó a la capital ucraniana con el significado de Jerusalén para el cristianismo global.

El jefe de los ortodoxos rusos habla con el papa Francisco; ambos desearon el éxito de las negociaciones

Pero Kiril no está siendo cuestionado solamente dentro del mundo ruso, sino que el resto de la esfera ortodoxa también le está dando la espalda. Ya había roto definitivamente con el patriarca ortodoxo de Constantinopla, Bartolomé I, acusándole de desafiarle y haber creado un “cisma” en la ortodoxia ucraniana al patrocinar la Iglesia autocéfala ucraniana. El patriarca Daniel de Rumanía y Teodoro II, patriarca de Alejandría y de toda África, también han lamentado la guerra.

Con el Vaticano las cosas no van mucho mejor. El papa Francisco, que se ha marcado tender puentes a otros credos como uno de los objetivos de su pontificado, fue el primer jefe de la Iglesia católica en reunirse con un líder de la Iglesia ortodoxa rusa tras un milenio de desencuentros, con su reconciliación histórica con Kiril en La Habana en el 2016. El jesuita sueña con ser el primero en viajar a Rusia y anunció a finales del año pasado que volvería a verle pronto, pero bajo las actuales circunstancias esto parece muy lejano. Ayer, sin embargo, una videollamada entre ambos parecía favorecer la distensión. Según la versión de Moscú, desearon el éxito de las negociaciones para una “paz justa”. Según la vaticana, el Papa subrayó la “conciencia cristiana de la importancia de la paz”.