Gonzalo Aragonés
Moscú. Corresponsal
25/05/2021 lavanguardia
Román Protasévich era ayer el nombre más repetido en el continente europeo. Nada extraño, porque la suerte del periodista y disidente bielorruso ha levantado una enorme preocupación después de que el autoritario régimen de Alexánder Lukashenko le detuviera el domingo en una rocambolesca operación en la que tuvo que desviar un avión comercial. “¿Dónde está Román?”, se leía en los carteles de varios activistas que esperaban en el aeropuerto de Vilna (Lituania) la llegada del avión. La líder opositora en el exilio Svetlana Tijanóvskaya denunciaba ayer que no se conoce el paradero de Román y temía por su salud.
“Aún no sabemos dónde está y en qué estado se encuentra. Hay una alta probabilidad de que esté siendo torturado por los servicios especiales en este mismo momento”, decía a los reporteros en Vilna.
Antes del mediodía del domingo, un Boeing 737 de la compañía Ryanair, procedente de Atenas (Grecia) y con destino a la capital de Lituania, se desvió de su ruta y puso rumbo a Minsk, alertado por los controladores bielorrusos de aviso de bomba a bordo.
Las sospechas de que se trataba de una operación planificada por el poder no son casuales. El avión se encontraba en el espacio aéreo bielorruso, pero a solo 30 kilómetros de la frontera con Lituania y el aterrizaje en Vilna se iba a producir en 10 minutos. Era, por tanto, el aeropuerto más cercano. Además, las autoridades bielorrusas enviaron un caza Mig-29 para escoltar al avión hasta aterrizar en su capital. Según el servicio de prensa de la presidencia, citado por la agencia oficial Belta, la orden la dio el mismo presidente Lukashenko.
Tras registrar el avión, quedó claro que el aviso había sido “erróneo” y la nave reemprendió viaje cinco horas después. Pero Protasévich, de 26 años, que formaba parte del pasaje, se quedó en tierra, detenido por la policía.
El periodista fue director del canal de Telegram Nexta, una importante fuente de información durante las manifestaciones contra Lukashenko del 2020. Incluido en una lista de “individuos implicados en actividades terroristas” y acusado de organizar disturbios e incitar a la hostilidad contra la autoridad, podría pasar hasta 15 años en prisión.
Las autoridades bielorrusas detuvieron también a su compañera, Sofía Sapega, de ciudadanía rusa. Hubo, además, al menos otros tres pasajeros que tampoco siguieron viaje hacia Vilna, según dijo este lunes la policía de Lituania. El director ejecutivo de Ryanair, Michale O’Learly, que habló de lo ocurrido como un secuestro patrocinado por el Estado, dijo que creía que eran agentes de seguridad bielorrusos (del KGB, que conserva el nombre soviético) que también estaban a bordo. El actual director del canal Nexta, Tadeusz Giczan, ya denunció el domingo que los agentes del KGB provocaron una discusión con la tripulación del avión. Alegaban que había un explosivo a bordo para forzar el aterrizaje en Minsk.
El Gobierno bielorruso mantiene la versión del aviso de bomba. Su portavoz de Exteriores, Anatoli Glaz, aseguró que “las acciones estaban en pleno cumplimiento con las normas internacionales”, y el director de Aviación del Ministerio de Transportes, Artiom Sikorski, aseguró que la amenaza procedía de la organización palestina Hamas, que pedía que Europa dejase de apoyar a Israel.
En otra vuelta de tuerca, el aeropuerto de Minsk retrasó un par de horas el embarque de un vuelo de la compañía alemana Lufthansa entre Minsk y Frankfurt, alegando la recepción de una amenaza similar.
En Rusia, el principal socio político y económico de Lukashenko, el Kremlin, prefirió no valorar lo ocurrido y el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, pidió que se evalúe el incidente sin prisas.
Sin embargo, la portavoz de ese ministerio, María Zajárova, sí entró a valorar la reacción de los países occidentales y en Facebook escribió sentirse “conmocionada” por el hecho de que Occidente esté “conmocionado”. Y citó pasados ejemplos donde los gobiernos occidentales obligaron a aviones a tomar tierra, como en 2013, cuando un avión del entonces presidente de Bolivia, Evo Morales, tuvo que aterrizar en Austria cuando Estados Unidos buscaba al exempleado de la CIA Edward Snowden por filtrar secretos y se sospechaba que iba en la nave.
Además, varios políticos alabaron la detención. El diputado Viacheslav Lisakov dijo que fue una “brillante operación” de los servicios especiales bielorrusos.