El 7 de junio, en partido clasificatorio para la Eurocopa 2020, la selección española saltaba en plena noche blanca al terreno de juego del estadio Tórsvøllur de Tórshavn, la capital de las islas Feroe, curiosamente de césped artificial en un país donde una tupida y húmeda hierba cubre cada centímetro del territorio. El resultado fue de 1-4. El 8 de setiembre los feroeses, entre los que la afición al fútbol es muy elevada, devolvían la visita en Gijón (4-0). Pero ¿por qué este abrupto, ventoso y rabiosamente verde archipiélago danés situado a unos 600 kilómetros al sureste de Islandia es desde 1988 el único territorio sin Estado y no británico miembro de la UEFA?
Føroyar, que en feroés, una lengua emparentada con el islandés, significa islas de las ovejas es un archipiélago de 18 islas con 52.000 habitantes (casi la mitad en la capital) y está considerada una nación autónoma dentro de Dinamarca, con derecho a establecer sus propios tratados internacionales.
Dinamarca, por ejemplo, es miembro de la UE, pero no las Feroe para así proteger mejor su industria pesquera, que aporta el 99,8% de las exportaciones.
El Parlamento, el Løgting, con orígenes vikingos en el siglo IX, es uno de los más antiguos del mundo, y los feroeses disponen de dos escaños en Copenhague.
Cabañas en el bucólico y solitario paisaje de Saksun (Roger Rovira Rius / roger rovira rius)La población está dividida entre partidarios de mantener la relación con Dinamarca y los independentistas. Nada impide, sin embargo, que gobiernen en coalición. En las legislativas de agosto, el Partido del Pueblo (conservador y partidario de más autogobierno) obtuvo el 24,5% de los votos, el Unionista (liberal) el 20,3%, el Socialdemócrata (defensor del statu quo) el 22,1% y el Republicano (separatista), el 18,1%.
Estos partidos llevan varios años sin ponerse de acuerdo en un proyecto de Constitución. El problema es el encaje con la danesa. Aunque nadie se opone a incluir en el texto el término “autodeterminación”, los republicanos rechazan toda mención a la ley fundamental de la metrópoli.
“No somos daneses, ni por lengua ni por cultura. La forma de vida es muy diferente. Dinamarca es una nación continental y plana, nosotros un país nórdico y montañoso. Yo me siento más en casa en Islandia o el noroeste de Noruega que en Dinamarca”, afirma Magni Arge, diputado de los republicanos tanto en Tórshavn como en Copenhague.
La pesca y el turismo son la causa de la bonanza económica del archipiélago
Arge llega a la cita con el lazo amarillo de apoyo a los presos independentistas catalanes y lo primero que hace es mostrar en el móvil las imágenes que grabó de las cargas del 1-O. “No estaba preparado para ver aquello”, dice. Viajó por su cuenta y en octubre del 2018 su partido invitó a Carles Puigdemont a Tórshavn, Él ha visitado a Junqueras, Romeva y Forcadell en prisión y asistió al juicio en el Supremo.
Volviendo a las Feroe, diagnostica que “Copenhague es miembro de la UE y nosotros no, así que nuestros intereses son contradictorios”. En el 2013, un conflicto sobre cuotas de arenque y caballa en el Atlántico Norte llevó a la UE a declarar un embargo a los productos pesqueros feroeses y prohibió a sus barcos atracar en puertos comunitarios. “Dinamarca fue más leal a los europeos que a nosotros”, concluye Arge, quien, siguiendo el legado de su padre, fue locutor radiofónico de partidos de fútbol y rememora emocionado la mítica victoria sobre Austria por 1-0 de 1990.
Un frailecillo; las Feroe son un paraíso para el ornitólogo (Roger Rovira Rius / roger rovira)La distancia entre ambos países no es solo física y cultural. “En la escuela danesa nunca me hablaron de las Feroe”, lamenta Tordis, formada en el continente y enamorada de las islas. En las previsiones meteorológicas de la televisión danesa no aparecen ni Feroe ni Groenlandia. Tampoco se ve la bandera danesa en el archipiélago: en edificios oficiales y en barcos ondea solamente la enseña feroesa, blanca con la cruz nórdica roja ribeteada de azul.
“El 70% de los ciudadanos están satisfechos con la relación con Dinamarca”, replica Kaj Leo Holm Johannesen, de 55 años, primer ministro entre el 2008 y el 2015 (y exportero de la selección). “Somos más libres que Copenhague, que cede parte de su soberanía a Bruselas. Los daneses no intervienen aquí. Tenemos nuestros acuerdos comerciales con Rusia, Noruega y la UE. Ni los barcos de la OTAN pueden venir sin acuerdo”, presume.
“Además, nuestra esperanza de vida es de las más altas del mundo y pasamos por un buen momento: los precios del pescado y el salmón de piscifactoría son altos, y el del petróleo bajo. El paro es del 1,6%”. Y remacha que varios primeros ministros daneses no se oponen a la autodeterminación.
Pese a la elevada tasa de empleo femenina (más del 80%), la de natalidad es la más alta de Europa, con 2,5 hijos por mujer desde hace décadas. Sin embargo, las madres comienzan a escasear. Hay 2.000 mujeres menos que hombres, porque muchas chicas se van a estudiar fuera y no regresan. Un reciente estudio genético reveló que mientras los varones tienen cromosomas escandinavos, ellas tienen un ADN mitocondrial que las vincula con las islas británicas: descienden de las raptadas por los vikingos en sus razzias. Los solteros buscan ahora esposa por internet en lugares tan lejanos como Tailandia y Filipinas, de donde han llegado más de 300 mujeres, convertidas en un exótico colectivo foráneo.
Puerto de Tórshavn, la capital de las Feroe (Roger Rovira Rius / Roger Rovira)Las Feroe tienen una de las conexiones a internet más rápidas del mundo gracias a un acuerdo con Huawei, que ahora Estados Unidos intenta torpedear.
Con la economía en auge, el apoyo al independentismo ha caído del 50% al 30%. Arge se conforma con “ir un poco más allá del actual autogobierno. Una federación o un Estado asociado podrían ser una solución”.
Las Feroe venden a Rusia 600.000 toneladas de pescado anuales, exporta salmón ecológico a EE.UU. y hay empleo en la pesca y en la construcción de grandes infraestructuras: las islas principales están comunicadas por túneles submarinos, y se excava otro entre Streymoy, la más poblada, y Sandoy, unos 10 kilómetros de distancia que se cubren en media hora de ferry.
Sandoy, con algo de tierra arenosa y donde llueve la mitad que la media nacional (1.400 l/m2), concentra la minúscula agricultura local: patatas y otros tubérculos. “Tenemos miedo a que el túnel traiga ratas”, dice Ottar Hentze, 46 años, décima generación de granjeros, que cultiva algo más de tres hectáreas y produce “una parte microscópica de lo que consumimos”. Su principal actividad son las vacas lecheras, una rareza en Feroe, y 65 ovejas. Hay unas 80.000 en las islas. “Hace un siglo, había pena de muerte por robar una”, revela.
Los partidos políticos no se ponen de acuerdo en un proyecto de Constitución
Feroe disfruta de la tasa de criminalidad más baja del mundo. En el 2012 se cometió el primer asesinato en 23 años y el autor fue un extranjero. Pese a tan poca inspiración, el escritor local Jógvan Isaksen ha seguido la exitosa estela de la novela negra escandinava y sitúa sus tramas en el archipiélago.
El turismo crece a un ritmo del 10-15% anual y ya hay un restaurante con una estrella Michelin. Condé Nast considera el país uno de los 50 lugares más bellos del planeta y National Geographic lo situó en el 2014 como el destino insular más atractivo. La promoción turística es original. Se ha puesto en marcha la iniciativa “Cerrado por mantenimiento”, que durante un fin de semana cierra los principales atractivos del país mientras voluntarios locales y extranjeros invitados arreglan accesos, senderos y cercas para el ganado. Como Google Street View ignoraba las Feroe, en el 2016 los locales pusieron cámaras a algunas ovejas. Así nació el Google Sheep View.
Las ovejas son una presencia omnipresente en las islas (Roger Rovira Rius / Roger Rovira Rius)Sólo una secular tradición local empaña la imagen exterior de las islas: el grind. Cada año, los feroeses acorralan en sus playas a un millar de calderones y los matan con cuchillos y garfios, dejando unas aguas ensangrentadas. La oenegé Sea Shepherd ha ofrecido, sin éxito, un millón de euros al año durante una década para que cese la matanza de cetáceos.
La negra carne y la grasa de los calderones no se comercializa sino que se reparte a partes iguales entre la población. El consumo de este cetáceo, alto en mercurio, está bajando. “Siempre me ha gustado mucho, pero lo dejé cuando tuve hijos”, confiesa Tordis. La decisión de si se persigue a una manada o no es policial, aunque “el principal motivo para dejarlos ir es tener los congeladores llenos”, admite Poul Klementsen, de 55 años, policía, granjero y promotor turístico.
“No entendemos el cazar animales por diversión como hacen en otros países. Antes aquí no había mucho más que comer y esto forma parte de nuestra cultura. Y la especie no está en peligro”, argumenta Klementsen, entusiasta de la observación de aves al que le falta tiempo para afear a los españoles las corridas de toros. No siempre será posible reunir a la gente necesaria
para cazar a los calderones, le pregunto. El policía se ríe con ganas: “¡cuando gritas grind, todo el mundo acude!”.